OPINIóN
Actualizado 08/10/2014
Fernando Segovia

Quede claro en principio que los caminos que uno personalmente haya elegido casi siempre no sean los más convencionales y rectos del todo. Y que atribuirse rectitud y verdad es, cuando menos,  demasiado pretencioso (y creo que hasta excluyente). Por eso prefiero la ortodoxia movible o la heterodoxia moderada. Pero tampoco se fíen.


               Veo con gran escepticismo las convicciones a ultranza de los posicionamientos políticos de los extremos. Y dudo. Dudo mucho. Y también observo el abandono de caminos ideológicos claros de los partidos que buscan afanosamente el centro. El centro, ese ámbito tan ilimitado y complejo, tan carente de todo, hasta de espacio concreto (excepto de gentes ambiciosas y políticas claras), y que tantos y tantos buscan sin saber siquiera si existe. ¿Existe? Es como una Arcadia feliz para seguir en gobierno, para que todo se mueva a conveniencia sin moverse (o sin notarse que se mueve). Y eso es de una aparente heterodoxia que acaba por convertirse en ortodoxia de lo más evidente. Y, encima de todo, aquí en el centro geográfico no gozamos de arraigos y emotividades nacionalistas extremas para encauzarnos en otra irracional ortodoxia y excluyente a ultranza.


             Y también están las otras ortodoxias de siempre. Las de lo inmutable y perenne por los siglos de los siglos. Las del yo me opongo permanentemente. Las instaladas permanentemente en la utopía de lo irrealizable. Las del sometimiento de los demás a las ideas propias. Las que diferencian entre los míos y los otros con exageración y desprecio. O las del todos iguales porque es mi voluntad.


             No sé adónde mirar cuando me piden que vote. No sé si atender a la ortodoxia de quien solicita el voto desde las instituciones por cauces educados pero caducos, más que trillados, o si acudir a esas asambleas tan espontáneas y libertarias (en apariencia) en donde se discute todo (tan de todo que resulta imposible llegar a puntos concretos y medianamente realizables). Esa vuelta de tuerca heterodoxa a las ortodoxas asambleas griegas y romanas. O quizás también acudir a paralizar a voces algún derribo o parking para hacerles saber que estoy muy molesto con todo. Pero esa es otra forma de heterodoxa ortodoxia que rechazo. Además no tengo cuerpo ni voz ya para ello.


            Así que no sé bien qué hacer con este cuerpo político y serrano, que se me atreve a pensar por su cuenta y que se quiere independizar de tantas ortodoxias y heterodoxias enlatadas.

 

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