OPINIóN
Actualizado 07/10/2014
Montse Villar

La fuerza de una totalidad poética se nos revela en lo creado por el cubano-español Gastón  Baquero (1914-1997), donde la fantasía nunca  se declara en huelga: además, en la médula de  sus escenificaciones se percibe, al menor  pestañeo, una renovación de lo ya gastado: nada es baladí para este amanuense que escribía en la piel de su  imaginación y que fue poniendo cataplasmas para atenuar los  zarpazos de la cruda

realidad.

Era mulato pero descreía de la  poesía "negra": lo suyo era el mestizaje múltiple, étnico y  cultural, desbordante y contenido: todas las fuentes absorbidas  en su sedienta memoria; todas las formas (desde el soneto al  poema-río, para terminar en el brevísimo "Festín de Alejandro"); todas las admiraciones a los maestros precedentes  de la poesía y la filosofía universal?  Y si debemos quedarnos  con un poema donde se concentra su mejor alegoría del  mestizaje, no duden en leer "Brandenburgo 1526", exquisita  muestra del connubio entre la Vieja Europa y el Nuevo Mundo.  

Estamos de fiesta, centuria por medio y tesón apasionado de  Viloria Vera, para celebrar la savia de tres mundos que supo  legarnos ese gigante nubio nacido en Banes allí por el oriente de la isla de Martí.

 

(*) Texto para la contraportada del libro del mismo título, escrito por el venezolano Enrique Viloria Vera, y que será presentado durante el XVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos, a celebrarse en Salamanca entre el 15 y 16 de octubre.

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