"Inteligencia es lo que usas cuando no sabes qué hacer" (Jean Piaget)
Como tengo entendido que termina nuestro tiempo, para que las aportaciones de los miembros de esta Comunidad Educativa contribuyan a recuperar la Excelencia perdida, quisiera hacer hincapié, señores asesores, en los vínculos que nuestros alumnos tejen y destejen en este Centro educativo, como las golondrinas zurcen el vacío entre las casas con sus vuelos rasantes y desaforados, cuando regresan a poblar el aire por San Raimundo.
Pasados treinta o cuarenta años, los antiguos compañeros regresarán al café que conoció su juventud, el único que no ha fallecido en esas pequeñas muertes que son las reformas y el olvido.
Al entrar, probablemente se asombrarán de que le haya alcanzado la afrenta de los años. ¡Ha envejecido como ellos! En su memoria se mantenía sin la pátina amarillenta que ahora lo difumina.
Un camarero vestido íntegramente de negro, como Dorian Gray, se les acercará y les ofrecerá una mesa camilla del centro del café. Se mostrarán reacios.
Uno la sentirá acosada por los cuatro sillones de mimbre de Villoruela que se aprietan contra sus faldillas. "¡Bah!" ?exclamará descartando el pensamiento-, si ni siquiera se acordarán que un día fueron jóvenes.
"Estaríamos demasiados expuestos" ?alegará otro en voz alta, y optará por una vieja mesa con las mismas faldillas de barquitos veleros, que está agazapada en un rincón.
Los demás asentirán, y aunque se acomodarán con los cuidados propios de los ancianos, los desvencijados sillones se resentirán en las articulaciones y, doloridos, se quejarán, aunque acabarán acogiéndoles como a alguien familiar, de casa.
Ellos los ignorarán. Estarán embebidos tratando de rescatar, atropelladamente, aquella inocencia; los apodos de los profesores; la multitud de sueños incumplidos; los íntimos amores platónicos; las gamberradas, que los años han descafeinado; los compañeros difuntos, que la muerte ha conservado tan jóvenes; los olores a tiza, chicle y sudor; la caterva de desengaños? y otros recuerdos.