Aquello que ya escribiera el poeta Antonio Machado de "la España de la charanga y de la pandereta" viene que ni pintado a los esperpénticos acontecimientos que cada vez con más frecuencia se suceden en nuestro país.
Quizá la semana que está a punto de concluir, en la que además los socialistas de Castilla y León se despertarán mañana domingo con un nuevo secretario autonómico, se ha llevado la palma. Da la sensación de estar viviendo en otro mundo porque no puede ser que se estén solapando tantos acontecimientos y cada cual más extravagante.
A las intenciones del presidente de la Generalitat de Cataluña sobre la consulta, de la que dijo ayer en Salamanca el vicepresidente del Tribunal Supremo, Ángel Juanes, que es un "problema político grave y preocupante" y, desde luego, no le falta razón, se unen ahora las pretensiones del mandatario canario, Paulino Rivero, de hacer elegir a sus paisanos entre medio ambiente y turismo, y prospecciones de gas o petróleo, cómo si esa fuera la cuestión.
Por si fuera poco salta lo de las tarjetas opacas en Caja Madrid y en Bankia ¡qué mira que será gordo que ya hay dimisiones! A buen seguro todos lo sabían pero alguno habrá pensado mejor no decir nada por si acaso el ventilador se pone en marcha.
Y para rematar, la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica de Oriol, vuelve a alimentar la polémica -ya lo hizo en el pasado mes de abril- al afirmar que "prefiere" contratar a mujeres que no vayan a tener hijos y que es mejor que una alta directiva "se case con un funcionario o con un marido al que le gusten mucho los niños". Increíble, ¿verdad? pero cierto. Esto está pasando en este país en el que nos ha tocado vivir.
Y mientras, miles de personas siguen engrosando las listas del Servicio Público de Empleo hasta aproximarse a los 4,5 millones. Pero aquí no pasa nada. Ya lo dicen los políticos que nos gobiernan: la cosa se está recuperando, pero ¿para quién? se pregunta el común de los mortales.