OPINIóN
Actualizado 03/10/2014
Juan Robles

La semana pasada he tenido oportunidad de viajar a Francia con un grupo de doce personas de la delegación diocesana de misiones, que peregrinaban a Lisieux para venerar el sepulcro de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones.

En el camino descubrimos la buena situación de las autopistas, con desventaja para las nuestras que se encuentran bastante deterioradas. También nos llamó la atención la belleza y el cuidado esmerado de los campos y de los bosques.

Los hoteles están llamativamente cuidados, y es de admirar el sencillo y agradable trato en los restaurantes. Aunque también llama la atención que en ningún caso la bebida, fuera del agua, está incluida en el menú concertado. Se ve que esperan de los viajeros que contraten personalmente las bebidas y que esa práctica les compensa en los precios básicos baratos de las comidas.

Evidentemente lo más llamativo para nosotros ha sido la afluencia de peregrinos al santuario de Santa Teresa de Lisieux. Y eso en la descreída y laica Francia. Es verdad que la mayoría de los concurrentes a las celebraciones religiosas son personas mayores. Muchos de ellos gente sencilla de la campaña. Y con qué devoción y confianza acuden a venerar a la Santa.

Sentimos envidia de la gran basílica que han dedicado a Santa Teresa del Niño Jesús, la pequeña Teresa, mientras que nosotros, la fiel y cristiana España, somos incapaces de terminar una mínima basílica dedicada en Alba de Tormes a acoger el sepulcro de la gran Teresa, Santa Teresa de Jesús.

Igualmente nos llamó la atención la cuidada realización de la liturgia, sea las vísperas de la noche, o la gran liturgia eucarística del día, ambas presididas por el cardenal de Burdeos y por el obispo local, con la asistencia de otro obispo jubilado. Monaguillos revestidos con maravillosa pulcritud, y un coro envidiable que animaba las canciones de sabor popular, que recogen palabras expresas de los escritos de la Santa de Lisieux.

Nos agradó especialmente el sencillo concierto de arpas y órgano que tuvo lugar en la cripta de la basílica después de la misa de la tarde en la víspera. Alumnos de una escuela de formación musical y los dos profesores que los presentaban y apoyaban. Un acto cultural en el interior de la cripta de la basílica.

Nos ha admirado Francia y nos ha llamado positivamente la atención en tantos aspectos de la vida económica, social, cultural y religiosa.

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