OPINIóN
Actualizado 01/10/2014
Fernando Segovia

Llueve, hace viento. Y se caen los árboles madrileños. Y parece que se pueda resquebrajar el cimiento de Europa con referendos pactados o ilegales. Y vuelven los niños al colegio con libros más caros. Y las colas del paro. Y los ministros a las amenazas. Y los políticos que aspiran al mando a inundar cualquier medio (aunque sean los rosas). Y se sigue sin definir bien qué valla es la válida en la frontera del sur de Europa (si la primera, si la tercera). Y la liga (que tampoco falte la liga, la de fútbol, claro, no la del erotismo en la pierna femenina que tanto gustaba a Berlanga). En fin, casi todo se vuelve otoño.


Me dice algún buen amigo (y seguidor de lecturas) que no remato bien mis artículos. Hoy pensaba hacerlo, pero acaso no me salga, aviso. Quería que si alguien aún no se había enterado supiese que ha llegado el otoño. Sin más. Que se acabaron las ferias, como siempre. Y que salieron triunfadoras las sucias casetas de fritangas (como en los últimos tiempos). Y que también nos dijeron en la barra de un conocido bar de siempre: para qué queremos poner caseta, si la tenemos aquí ya todo el año, además, fíjese que casi todas las casetas son de bares de copas, de muy poca tradición para el buen pincho. Y me convenció. Y saboreamos los restos de ferias y de toros muertos (benditos toros que dieron su vida para la diversión y el arte). Y pensé que casi todo estaba igual. Bueno, casi idéntico. Y que voto porque siga así el año próximo (con más toros y algo más baratos, para mi gusto). Y que todos lo podamos ver.


   Y en el otoño europeo hemos abierto ya el tarro de la mermelada (es verdad que no ha salido mala la primera, la escocesa), pero se puede estropear al cabo de un tiempo. Y además las golosinas como esas crean dependencia. No sé si nos estaremos preparando lo suficientemente bien para resistir este cambio brusco de estación política. Algunos se empeñan en ver demasiadas diferencias con los otros, con los de al lado mismo. Y, cuando menos, es chocante. No entiendo de otro modo los acérrimos y ceporros nacionalismos imperantes. Será el otoño.


  Y otra semana más que me quedó esto sin rematar.

 

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