OPINIóN
Actualizado 30/09/2014
Ascensión Iglesias Redondo

Uno de los principales progresos del feminismo ha sido lograr que la prostitución haya perdido mucho de lo que hasta no hace mucho tiempo la hacía parecer como algo natural. De ahora en adelante, desde el punto de vista de la "demanda", recurrir a los servicios de las mujeres prostituidas ya no es una actividad anodina, un componente ordinario y banal de la sexualidad masculina, sino una verdadera desviación. Desde el punto de vista de la "oferta", es decir, de las personas que ejercen la prostitución, la mirada también ha evolucionado: la condena moral que afectaba a las "mujeres de mala vida" ha desaparecido en beneficio de una visión marcada en mayor medida por un sentimiento de lástima.

Ya no culpables de incitar a la lujuria, ni de propagar "enfermedades venéreas" en el seno de la población, las mujeres prostituidas son percibidas actualmente ante todo como víctimas de dificultades socioeconómicas, de carencias psicológicas, o incluso de la violencia de proxenetas.

La Trata sexual confirma un problema de derechos humanos y una manifestación de la persistente desigualdad entre los sexos y de la condición de subordinación de la mujer a escala mundial. En todo el mundo, la mayoría de los seres sometidos a la Trata Sexual son mujeres y niñas de baja condición económica y las principales corrientes de este comercio se realizan desde los países en vías de desarrollo hacia los más ricos y prósperos.

La Trata Sexual encuentra impulso en una demanda de cuerpos de mujeres en la industria sexual, alimentada por una oferta de mujeres a quienes se niega derechos y oportunidades iguales en educación y progreso económico y perpetuada por traficantes que pueden explotar de forma impune la situación de desventaja social de las mujeres y niñas traficadas. La prostitución es una forma más de manifestación de la violencia de género y, por tanto, una actividad traumática que tiene serias consecuencias en la salud física y psicológica de las mujeres prostituidas.

La Trata de mujeres con fines de explotación sexual es un fenómeno persistente aún a día de hoy en nuestra sociedad, con una incidencia transnacional que implica a los países de origen, tránsito y destino de gran número de mujeres y niñas. Es difícil conocer los datos con precisión sobre las cifras reales de este "negro" pero lucrativo mercado.

En estos últimos años en España se ha asistido a un gran número de mujeres víctimas de esta forma de violencia.

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