OPINIóN
Actualizado 29/09/2014
Francisco López Celador

Hay ocasiones que invitan a la euforia y hacen que, al despertar cada mañana, te invada una sensación de bienestar suficiente para empezar el día con buen humor. Miras a derecha e izquierda y te da la sensación de que alguien ha engrasado los engranajes del universo y todo son noticias agradables. Donde había guerras se firman tratados de paz; los países sacudidos por calamidades recuperan la normalidad; las naciones más pudientes forman coaliciones para socorrer a las más necesitadas; quienes debían arriesgar sus vidas para buscar un porvenir más seguro ya no necesitaban el éxodo forzado e incierto; las normas impuestas por la sociedad han funcionado correctamente para perseguir ?y castigar adecuadamente- a quienes valiéndose de cargos públicos , o siendo delincuentes comunes ?circunstancia que coincide con demasiada frecuencia- se saltan esas normas en beneficio propio; las gentes y los pueblos llevan a la práctica la solidaridad desinteresada; los medios de comunicación han dejado de dar noticia de actos terroristas porque, sencillamente, no los hay. En fin, el mundo vuelve a ser jauja.

Pero no, por mucho que refriego mis ojos, el mundo se empeña en llevarme la contraria. Todo ha sido un mal sueño y la realidad es muy distinta. Tal vez yo sea pesimista "de fábrica" y vea siempre la botella medio vacía. De todas formas, no sé qué será peor, ser pesimista o ser ingenuo. Yo quiero pensar que las situaciones suelen ser pasajeras y los problemas nunca son eternos, pero, de verdad, me cuesta mucho aceptarlo. Basta ponerse al día para recibir constantes jarros de agua fría. ¿Será que yo voy en dirección contraria?

Da la sensación de que la civilización se haya cansado de los patronos conocidos y quiera experimentar nuevas fórmulas alejadas de lo que, hasta ahora, se consideraba sensato, lógico y legal. De nada sirve la experiencia adquirida a lo largo de siglos ni el análisis desapasionado de los métodos que han servido para aumentar el bienestar de los pueblos. Eso ya no cuenta. Ahora lo que "mola" es forzar ? o sobrepasar- la libertad de los demás para hacer la propia voluntad; acabar con todo vestigio de tolerancia, disciplina o respeto de la norma establecida, porque eso ya no es "progre"; apuntarse a corrientes de fanatismos pseudoreligiosos  que defienden como norma de trabajo la eliminación física de quienes autodefinen como enemigos. Por si todo esto no fuera suficiente, asistimos en nuestro país al espectáculo de unos políticos que han deshonrado la profesión metiendo la mano de forma descarada en el saco del Erario Público y de otros que, a sabiendas de que sus decisiones son contrarias a la ley, persisten en saltarse la norma adoptando conductas más propias de descerebrados o de dictadores tercermundistas. Eso sí, en cualquier caso, jugando con los fondos de papá Estado.

Por eso, si no fuera porque arrojar ahora la toalla es darles la razón a los violentos y antisistema, dan ganas de decirle al cochero: pare, que me bajo. Pero no, el mundo tenemos que arreglarlo entre todos. No podemos dejar la política sólo en manos de los políticos porque, con muy pocas excepciones, ya vemos lo que nos espera. Así que, arrimemos el hombro y a empujar todos en la misma dirección.

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