OPINIóN
Actualizado 28/09/2014
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Esta vez no ha hecho falta que Mariano Rajoy dijera que "esto lo pagará el Gobierno, es de puro sentido común", al referirse al tratamiento del padre Miguel Pajares, primer español muerto por el Ébola. Ahora le ha tocado desgraciadamente a Manuel García Viejo y algunas voces se han elevado preguntando si eso es lo correcto.

Yo, como la mayoría de los españoles, no lo sé, porque no ha habido un debate al respecto. ¿Hasta dónde deben llegar las prestaciones extraordinarias del Estado cuándo éste no llega a satisfacer algunas de las necesidades más elementales?

En muchos aspectos, seguirnos viviendo como antes de la crisis de 2008, cuando el dinero no parecía tener límites, cuando no éramos conscientes de que vivíamos a crédito que habría que acabar pagando y cuando los autores de los fatídicos pelotazos trataban de convencernos de que quien no se enriquecía era poco menos que un imbécil.

Todo esto lo refleja magníficamente Antonio Muñoz Molina en su demoledor y patético libro Todo lo que era sólido y que evidentemente nunca lo ha sido.

Lo cierto es que se van reduciendo una a una las prestaciones sociales, muchos chicos siguen estudiando en barracones sin condiciones mínimas, las listas de espera quirúrgicas se alargan y muchos de nuestros conciudadanos carecen de lo imprescindible.

En estas condiciones, debemos preguntarnos con honestidad, más allá de los conmovedores casos del Ébola, ¿hay dinero de sobra para pagar a secuestradores de nuestros compatriotas, para repatriar a delincuentes condenados en el extranjero, para rescatar a turistas en peligro?

Fíjense que no doy una respuesta u otra. Lo único que pretendo es que nos interroguemos colectivamente y que, al final, adoptemos una actitud coherente y la mantengamos con todas sus consecuencias.

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