OPINIóN
Actualizado 27/09/2014
Ángel González Quesada

No es lo peor el enésimo desprecio a los derechos de la gente ese entre curioso, gracioso y anecdótico, según sus defensores, cambio en el etiquetado del yogur envasado, y de otros muchos alimentos, que implica el relajamiento de las garantías sanitarias, el desprecio al equilibrio comercial, la consagración de un cierto "todo vale" para las empresas y una solemne patada en la boca de la dignidad de los consumidores; no, no es peor que esa sonora carcajada de los narcotraficantes internacionales saliendo de las cárceles a causa de una, otra, servil decisión jurídica de nuestras mezquinas autoridades, que los considera comerciantes globales ajenos a nuestro saludable folclore del ocio y no les imputa delito alguno; ni tampoco es lo peor ese atropellamiento a la razón, a la lógica, a la sensibilidad y hasta al amor propio de los españoles, el que un ministro se arrodille ante una imagen de escayola policromada y en acto oficial condecore a ésta con la máxima distinción policial en agradecimiento a los servicios prestados, por la imagen, a la ciudadanía?

Lo peor es la constante evidencia de una labor de gobierno realizada por incapaces, negligentes, inútiles, meapilas y charlatanes; lo peor es constatar cómo el país, sus leyes, sus habitantes, su dignidad y hasta su propio nombre, se encuentra en manos de un hatajo de señoritos viviendo una realidad a su propia medida, subidos en las nubes de sus propias costumbres e incapaces de descender un milímetro o siquiera aproximarse, desde la realidad pija que los amuralla, a la vida de vivir, al aire de cada día, a la realidad de un país también, cómo ignorarlo, habitado por una mayoría de votantes indocumentados o puede que hasta incapaces, que a fuerza de propaganda, maledicencia, corrupción, mala leche, envidia, cortedad de miras o mero desinterés, han sido capaces de encargar las labores de dirección de un país a quienes lo utilizan en su beneficio, lo someten a sus intereses y, la verdad, no tienen como sus peores realizaciones esas tres o cuatro absurdas decisiones vistas más arriba, sino otras, muchas otras, que han alumbrado un país desesperanzado, sucio, corrompido, desconfiado, impotente y, lo peor de todo, resignado.

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