OPINIóN
Actualizado 26/09/2014
Juanjo Mena

Ésta es una de las normas básicas de la escuela desde sus inicios. Mantener el silencio siempre ha sido clave para que se lleven a cabo los procesos de enseñanza y aprendizaje. Ahora bien, ¿están las aulas de hoy en silencio cuando se imparten clases? La respuesta es que no siempre es así. Según la Oficina de Estándares Educativos (Ofsted), institución encargada de las inspección del sistema educativo en Reino Unido, la mayoría de los alumnos suele molestar en las clases hablando con otros compañeros, haciendo ruido con las sillas, o realizando comentarios impertinentes sin que reciban sanciones por parte de los profesores. Esta afirmación se basa en los resultados de una encuesta de opinión a más de 3.000 docentes en activo. Casi todos ellos reconocen que han de aceptar pequeños niveles de ruido y alteraciones en el ritmo habitual de la clase en su día a día. Además, admiten, que este fenómeno es más común en secundaria que en primaria.


Todo ello supone que gran parte del tiempo de enseñanza se se pierde debido a este tipo de factores. Por otra parte,  los directores de los centros -según los encuestados- no imponen su autoridad en los asuntos de disciplina y por ello los alumnos son más propensos a saltarse las normas básicas de convivencia.


La implicación directa del estudio es que el Ministerio de Educación de ese país permitirá a partir de ahora que los profesores impongan sanciones más duras-pero proporcionadas- a los alumnos.


A muchos de nosotros nos pueden resultar familiares las conclusiones de este estudio y podemos estar de acuerdo (o no) con las medidas tomadas en Inglaterra. En cualquier caso lo cierto es que es difícil ejercer un control de la clase en el que tanto el alumno como el profesor se sientan cómodos y así generar un clima óptimo de aprendizaje.

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