OPINIóN
Actualizado 24/09/2014
Miguel Mayoral

Cada día más asistimos a la confusión entre la realidad y la ficción con lo que se produce la violación de uno de los pilares de los medios de comunicación que es el compromiso de veracidad.

Aunque el espectador pueda considerarse inteligente, y piense muchas veces que lo que se nos ofrece no puede ser verdad o una pantomima, la sola presentación de una ficción como una realidad consolida la incertidumbre, y socaba toda posibilidad de verdad. La tan verdad dicha en Castilla: "tira la piedra y esconde la mano, y ya..., ya se verá, algo quedará o algo sacaremos...".

Estamos sin duda presos de los medios de comunicación entre los que se llevan la palma los medios audiovisuales, que nos ofrecen imágenes de todo el mundo, en tiempo real y con la entidad que ellos quieren. Al espectador esas imágenes le configuran la realidad del mundo, pero en verdad son la realidad que quieren que nos representemos.

El relato audiovisual, selectivo, sometido a la doble censura de la política y de los poderes económicos, fagocita la realidad, la neutraliza o la ignora. Se crean múltiples realidades cuando sólo existe una, y cuando sólo se puede ver una se ve desde la perspectiva del poder. Las ciencias sociales, los expertos en historia y análisis de nuestro tiempo, están ausentes de los medios de masas.

De hecho, la ruptura entre información y verdad se convierte en inquietante cuando los programas de noticias se convierten en entretenimiento o espectáculo. Asistimos a un sistema de información que presenta una verdad anecdótica de los acontecimientos que enturbia la frontera entre realidad y ficción.

Se dan nuevos programas, desaparecen otros, y al final la información se banaliza cada día más. Antaño marras, la política constituía el meollo de los informativos pero hoy en día aparecen anegados de anécdotas, curiosidades, sucesos que no importan a nadie y que se magnifican, además de deportes que sólo aportan beneficios a sus patrocinadores.

Así las cosas la escena del mundo se parece cada día más a una máscara bufa. Avanza con ello el poder político en su emancipación del sujeto de soberanía que es pueblo. Cuando las oposiciones de los partidos se vuelven una farsa, y cada vez son más percibidas como tal, la clase política en el poder puede funcionar como un sistema cerrado, y brillar cuando le interese.

No cabe esperar que la información de los medios mejore en un futuro inmediato. Es el resultado de la retribalización y desalfabetización, lo que es un desastre para la cultura alfabetizada y pensante.

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