OPINIóN
Actualizado 23/09/2014
Cipriano Pablos

    No tenemos que remontarnos muchos años atrás para que recordemos hechos y comportamientos que hoy los consideramos impropios.  Aunque despacio, hemos ido cambiando y asimilando actitudes nuevas frente al medio ambiente, los animales, el patrimonio, la salud? Queda mucho por conseguir, pero hemos mejorado.

 El Toro de la Vega está siendo motivo de fuerte controversia estos días. Y no es para menos. Los argumentos que se esgrimen desde uno y otro lado, no siempre son convincentes. Hacer comparaciones tampoco es lo más aconsejable. El Toro de la Vega es distinto a cualquier otro acontecimiento taurino. Que alguien diga que en San Fermín se corren los toros y se matan y nadie lo discute no es una comparación afortunada. En Pamplona se corren los toros sin agresiones, todos en la misma dirección y en manada. Y mueren por la tarde en la plaza, en una pelea de poder a poder entre toro y torero, en un duelo entre dos, yendo de frente siempre.

Echar mano de la "cultura popular" para justificar un hecho tan salvaje, no es acertado. A cualquier cosa la llamamos cultura. Porque el acontecimiento date de hace casi cinco siglos, no justifica su mantenimiento. Hace cinco siglos eran también muy brutos , en Tordesillas y en toda España.  Que esté declarado como Fiesta de Interés Turístico tampoco justifica nada y la Junta debería pensárselo. Hoy no se atreverían a dar el visto bueno a un acontecimiento así. Mantenerlo no puede apoyarse en su historia, porque su historia es negra. El estrés y el maltrato al que es sometido el toro, a campo abierto, no tiene parangón, ni justificación. Al toro se le acosa por todos los costados, se le aturde, se le avasalla, se le maltrata sin compasión, con miles de personas rodeándolo y acorralándolo sin descanso. Una tortura. Es una pelea desigual, nada comparable a la pelea que libra en una plaza, mano a mano con el torero. Y todo para que un aguerrido lancero, entre cientos, consiga la lanzada definitiva que le haga doblar. Muy divertido.

Han tenido el detalle de hacer constar en el reglamento que al toro no se le pueden tirar piedras ni otros objetos que puedan hacerle daño. Es un detalle. Si se mantiene el espectáculo, deberían incluir en ese reglamento que los espectadores/participantes tampoco pueden arrojarse piedras y otros objetos entre ellos.

De la misma manera que se puso fin al lamentable espectáculo que, durante años, protagonizaron los quintos de Manganeses de la Polvorosa, arrojando una cabra desde el campanario, debería ponerse fin a este de Tordesillas, porque supera los límites admisibles en cualquier espectáculo taurino.  

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