OPINIóN
Actualizado 22/09/2014
Javier González Alonso

En la Península Ibérica tenemos, de momento, tres grandes carnívoros: linces, osos pardos y lobos. Mientras el Lince Ibérico malvive, principalmente, en los entornos del Parque Nacional de Doñana, el Oso Pardo lo hace en la Cordillera Cantábrica, pues la población pirenaica está virtualmente extinguida, lo que no permite tener excesivas esperanzas respecto a su futuro. Por su parte, el Lobo, ha recuperado parte del territorio perdido durante las últimas décadas. Entre las causas de esta recuperación cabe destacar, además de su propia flexibilidad ecológica, el masivo éxodo rural, durante ese tiempo, que ha tenido lugar en las zonas donde se encuentran sus mayores poblaciones. Menos repercusión, aunque no con menos importancia, tiene el aumento de la mentalidad conservacionista, evidente pero insuficiente, de nuestra sociedad; y el mejor conocimiento de dicha especie, que ha permitido el acercamiento a la realidad del lobo, dejando de lado el mito, rodeado siempre de tenebrosidad, oscuridad y ansias infinitas de sangre.

Quiere la Junta de Castilla y León que pueda ser cazado al sur del río Duero, donde la especie está catalogada por la Unión Europea como de "Estricta Protección". La Consejería de Fomento y Medio Ambiente ya ha entregado al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente el censo de población de lobos de la comunidad, requisito exigido por la Comisión Europea, calculándose una población de 1.500 individuos. El argumento dado es la muerte de unas 2.200 ovejas y 220 vacas en la comunidad y, por lo tanto, el pretender "disminuir los efectos negativos de la especie". No mencionan, a saber por qué, que defienden a los cazadores de grandes presas silvestres, corzos, ciervos, jabalíes, etc., que tienen al lobo como a su máximo competidor.

Una especie, Canis lupus, que, en ecología, está considerada como "especie clave", cuya incidencia sobre los ecosistemas que ocupa es mucho mayor de lo que cabría esperar por su abundancia relativa. Su gestión, precisamente por ese papel especial, no puede basarse con el sencillo planteamiento, como se ha hecho siempre, de matar más lobos cuantos más lobos haya, o cuantos más daños se reclamen. Y esa gestión debe tener en cuenta, no sólo las poblaciones viables, además de las existentes, sino las que son funcionales para los diferentes sistemas naturales.

Animal atractivo como pocos, el lobo puede ser, precisamente en las zonas que más lo combaten, su salvación, tanto poblacional como económica. En su trabajo "El turismo del lobo: una aproximación a la sostenibilidad turística basada en la figura del lobo en la sierra de la Culebra", el investigador Esteban de la Peña, concluye que "el lobo como canalizador de un formato de turismo sostenible es posible, y que con una buena gestión su rentabilidad es indudable teniendo siempre presente los criterios de sostenibilidad que son la base de cualquier turismo de naturaleza". Cifra en seis millones de euros el beneficio económico anual generado por, sólo en la sierra de la Culebra, el turismo ligado a la observación del lobo. No parece mala cifra viendo que las indemnizaciones dadas, en toda la Comunidad, apenas lleguan a tres cuartas partes de ese millón [http://bit.ly/1saRxuB].

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