En una especie de milagro civil, la Universidad de Salamanca ha participado por sexta vez en el Concurso internacional de Estudiantes de Derecho procesal que organiza con gran altura de miras cada año el Instituto Colombiano de Derecho Procesal. Hace años el profesor Jairo Parra Quijano, uno de los mejores procesalistas de Iberoamérica y probablemente uno de los mejores oradores del mundo, tuvo el acierto de aconsejar a quien escribe estar líneas: "Lorenzo, la Universidad de Salamanca debe participar en el Concurso de Semilleros. Es muy importante para nosotros. Se lo encargo expresamente".
En ese momento me pareció que me hablaban de ciencia ficción. En los eternos tiempos de escasez de la Universidad pública ?ahora especialmente críticos como explicó el pasado viernes nuestro Rector en la ceremonia de inauguración del curso, con una claridad y una justa vehemencia que nos enorgullecen-, cuando las políticas públicas zarandean, no sólo económicamente, este ilustre invento medieval, pareciera imposible obtener el apoyo necesario para promocionar a la Universidad de Salamanca de manera aparentemente sencilla, pero como es obvio con gastos y esfuerzos plurales. En realidad, tal vez de la mejor forma posible.
Se trata de entrenar durante el curso a un grupo de estudiantes, apasionados por discutir, por aportar ideas, visiones complementarias, para redactar una ponencia sobre un tema de actualidad del ámbito procesalista. Ellos mismos eligen la perspectiva, la discuten, la perfilan, le dan excelente forma y la someten a la corrección de quien se supone especialista en esas materias. Allá por julio, ya acabados todos los exámenes, los voluntarios para representar a nuestra Universidad se preparan una intervención oral de diez minutos, en la que deben hacer gala de recursos retóricos, de contenido original, de propuestas ingeniosas, y son seleccionados por un tribunal que conoce los temas y valora la forma de exponerlos.
Laura Peláez García fue este año nuestra representante en Cartagena de Indias con una impecable intervención con el sugerente título de "Las cadenas rotas de Prometeo", en la que desde una perspectiva europea se valora la necesidad de articular la cooperación procesal para que la prisión provisional sea verdaderamente subsidiaria a otros medios que puedan asegurar la presencia del acusado sin tener que privarle de libertad y sin alejarle del lugar en que tiene su arraigo personal. Estudiante de la última generación con docencia de nuestra añorada Licenciatura en Derecho, Laura, en su primer viaje trasatlántico y con los ojos bien abiertos para admirar a nuestra Colombia del corazón, consiguió ofrecer una excelente impresión, aunque los competidores eran ochenta y seis y esta vez no se pudo pasar a la final, en la que sólo cabían catorce afortunados. Sí tuvimos, como premio de consolación, la elección de nuestra ponencia escrita para la publicación en la Revista del Instituto Colombiano de Derecho Procesal.
Sin embargo, y aunque suene a retórica olímpica, el principal premio es participar, llegar a un evento en el que se reúnen unos dos mil quinientos especialistas, jueces, fiscales, abogados y estudiantes, de numerosos países de todo el continente americano, conocer a estudiantes que por primera vez han salido de su región, intercambiar impresiones, hacer amistades, obtener propuestas de intercambio, constatar que todo el mundo conoce a nuestra Alma Mater y que se espera mucho de ella.
No salimos en los altos puestos de los más conocidos rankings internacionales de Universidades importantes y probablemente es necesario hacer maravillas para adaptarnos a ellos, pero a veces de manera callada, en otras de manera más visible, tenemos ya una digna presencia internacional incluso a través de lo que no creo exagerado calificar como la menor forma posible: con la ilusionada participación de nuestras más preciadas joyas, nuestros estudiantes más voluntariosos, las semillitas de nuestros seminarios de investigación.