OPINIóN
Actualizado 22/09/2014
Coopetidores íntimos

Me gustaría contaros un viejo cuento Sufí.

En un oasis escondido en un gran desierto, se encontraba un viejo trabajando de rodillas. Un rico mercader que viajaba de paso, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio al viejo muy fatigado mientras parecía cavar en la arena.

?¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
?Contigo ?contestó el viejo sin dejar su tarea.

?¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?

 ?Siembro ?contestó el viejo.

?¿Qué siembras aquí, amigo?

?Dátiles ?respondió el viejo mientras señalaba a su alrededor el palmeral.

?¡Dátiles! ?repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente

? El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a beber una copa de licor.

?No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...

?Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?

 ?No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa?

?Mira amigo. Las palmeras tardan más de cincuenta años en crecer, y sólo cuando se convierten en palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no te estoy deseando el mal, y lo sabes. Ojalá vivas hasta los cien años, pero tú sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy estás sembrando. Deja eso y ven conmigo.

?Buen hombre, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.

?Me has dado una gran lección, viejo amigo, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste.­?Y diciendo esto, el mercader le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.

?Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no he terminado de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
 

En Alegría Coaching, en nuestro trabajo de acompañamiento y formación a emprendedores, siempre argumentamos que actuar es lo que nos conecta con el resultado, lo que transforma nuestras motivaciones en un logro profesional.

Pero muchas veces esta llamada a la acción, o mejor dicho su inacción es el mayor bloqueante. Aunque es evidente que sin acción no comienza ningún camino, ésta siempre pasa plantearte cómo será ese camino y equiparte de recursos que nos acerque lo más posible a lo que queramos conseguir.

Por dónde empezar, cuándo, y sobre todo con quién, son interrogantes, que lejos de ayudarnos a comenzar, nos paralizan. Por eso, en los negocios como en la vida, hay una acción que siempre nos va a ayudar a romper el fuego; dar.

Ya nos hemos referido otras veces a nuestra visión de emprender "en compañía"; cooperar con otros profesionales, compartir conocimientos y recursos y colaborar en proyectos conjuntos. Pero para que esto sea posible, alguien tiene que empezar sin esperar a ver que ponen los demás de su parte.

Dando primero, te puedes ver apoyado y reconocido por otros, y puedes llegar a rodearte de grandes profesionales de tu campo y de otros sectores con los que establecer sinergias.  Se trata de iniciar un camino conjunto, que con el tiempo siempre tiende a equilibrarse. Si sabes ofrecer lo que te piden, podrás también demandar. Y al contrario, si aceptas sabiamente lo que te dan, podrás ofrecer tú también después.

Por eso cuanto más ofrecemos y  más nos mostramos, más posibilidades tenemos de poder recibir.

Daniel Meléndez Pérez

@Danimenen

 

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