OPINIóN
Actualizado 22/09/2014
Francisco Iglesias

Me acerco muy a menudo a Madrid por motivos de trabajo, precisamente estuve la pasada semana, y en las calles había un pequeño cambio que me pasó inadvertido hasta que leí una noticia en uno de esos periódicos gratuitos que reparten a la salida del Metro:

"Botella  instala marquesinas de bus con bancos antimendigos"

Lo primero que pensé es que a veces los titulares no son objetivos (aunque sí muy llamativos), dos pasos más tarde vi uno de esos bancos, tienen un separador que impiden que cualquiera pueda tumbarse, "quizás es una interpretación de un nuevo y moderno diseño del mobiliario urbano que no corresponde con la intención de quien lo ha diseñado y mucho menos con la de quien lo elije para las calles de la capital", pensé en segundo lugar.

En la noticia se comentaba que la denominación de "antimendigos" era el nombre con el que se habían bautizado a estos bancos en las redes sociales, así que mi tercer pensamiento fue: "es la forma de entenderlo de algunos, que se propaga con facilidad y puede confundir a otros, pero no tiene porque coincidir la intención de nadie",  y como de ponerse en la piel de los demás se trata en esta sección también pensé en escribir sobre este tema para la columna de hoy, describiendo las distintas maneras de interpretar un diseño de un banco.

Pues bien, miré en Google, puse "bancos antimendigos", pinché en imágenes y?,

¡?lo ha hecho usted?, ha visto lo que he visto yo!

?Cientos de imágenes de mobiliario urbano con un diseño que impide que un mendigo pueda descansar, porque claro está que quien puede usar un banco para echarse un rato, o pasar la noche, no es precisamente quien tiene una cómoda cama debajo de un techo, y lo peor de todo es que mucho de ese mobiliario me es totalmente familiar, lo veo a diario y jamás había caído en la cuenta de que su forma margina, aún más, a los más marginados

No sé si será Botella quien haya elegido esas nuevas marquesinas, y de ser así, si en su elección sumaba el diseño "antimendigos", pero quiero creer que la imaginación de este animal racional, que somos todos, puede ser mucho más creativa para combatir la pobreza que para ponerle trampas a los más pobres.

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