OPINIóN
Actualizado 21/09/2014

Unas noticias anulan a otras desde siempre; mejor dicho, las neutralizan. Por eso ahora en España el caso de Cataluña, su referéndum, su derecho a decidir, lo acapara todo: tertulias y tertulianos están entregados al copo, con el complemento de Jordi Pujol y su familia de guinda.  El asunto es trascendental, por supuesto, pero genera un grave problema en otros lares, como Castilla y León, donde parece que no pasa nada. Excepto el espectáculo del toro de la Vega, o las  frecuentes y "desafortunadas" declaraciones del alcalde de Valladolid sobre las mujeres, nada logra ser noticia. Bueno algo más: Gamonal, el barrio de Burgos que se levantó contra las cacicadas que allí se vienen produciendo desde hace años. O sea, toro de la Vega, alcalde León de la Riva y Gamonal. Tres cuestiones que han merecido titulares nacionales. Lo demás no existe.


   En su día Teruel, cansada del olvido, el abandono y la indiferencia nacional, alumbró un eslogan que hizo fortuna: "Teruel también existe". Pues gracias a eso Teruel es nombrada, y a veces renombrada, en muchos foros. "Lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal", se dice con frecuencia ante el fatalismo de no ser nadie. Y es que en esta sociedad, donde las vías de comunicación son infinitas, las noticias saltan como los conejos en tiempos de veda. Pero no todas sirven para el tratamiento nacional. Sólo si es muy gordo el asunto. Un muerto no sirve, ni dos, ni tres, tiene que haber trescientos, que en caso contrario la noticia es vulgar. Por eso en una tierra como Castilla y León, donde el perfil del presidente que la gobierna es plana en Madrid no hay nada que hacer. Hasta Extremadura, que son dos provincias y poco más de un millón de habitantes, tiene más predicamento nacional que Castilla y León, sólo cacareada por nuestros próceres como la más grande de Europa.
  José Antonio Monago es alguien en España, hasta se atreve a bajar los impuestos, como lo era José Bono cuando presidía Castilla-Mancha, como lo es hasta Pedro Sanz, el presidente de La Rioja, una comunidad autónoma con 300.000 habitantes, o sea, casi la mitad que la provincia de Valladolid y menos que la de Salamanca. Son ejemplos que podría ampliar, pero no hace falta más para demostrar que "Castilla y León no existe". Ni para bien ni para mal. Nuestros representantes no destacan fuera del campanario, haciendo que nuestros problemas, muchos y estructurales, se quedan aquí, como en el anonimato, como si no existieran.


  Castilla y León es tan poca cosa que hasta está gobernada por un Valido, como si fueran los tiempos del Duque de Lerma o Godoy. La diferencia sólo es que este tiene menos títulos de nobleza, pero poder, proporcionalmente, tanto o más que aquellos en su día. Unos en España y sus tierras allende y este en la triste y actual Castilla y León. El Valido se llama José Antonio de Santiago-Juárez, Pica, que le llaman. Un fenómeno que hace y deshace, y por eso le teme aquí todo quisque. Nada se mueve, y menos los medios de comunicación, sin su beneplácito. En el ha confiado todo el poder el "cansado" Juan Vicente Herrera desde hace mucho tiempo.
Por eso ahora la pregunta sigue siendo ¿volverá Herrera a presentarse como candidato del PP en las próximas elecciones?. Si lo hace ¿ para qué?, ¿ para seguir trasmitiendo el "entusiasmo" que difunde ahora en esta comunidad que no existe?. ¿Es la persona dinámica, abierta, trabajadora, incansable que se necesita aquí para intentar levantarnos el ánimo al menos?. En Castilla y León, por este camino, y remedando a Groucho Marx, podríamos decir que "partiendo de mucho hace siglos vamos a alcanzar las más altas cotas de la miseria en el futuro".


Castilla y León, con más de 94.000 kilómetros cuadrados,  y dos millones y personas, parece como si no existiera, y cada día menos: porque sigue aumentando la despoblación, los que quedamos conformamos una sociedad envejecida, los jóvenes o son ninis, lo que es un desastre, o son muy preparados, pero entonces deben emigrar a otras tierras para ganarse la vida. Aquí también tenemos una élite política, como en Cataluña, que no es nacionalista, pero que tiene un montón de connotaciones que al ciudadano normal le afectan de forma semejante. Y es que el clientelismo y caciquismo es un mal general.


Castilla y León no existe; sólo la gente se entera que estamos aquí cuando pasa a Galicia, Asturias, Portugal, La Rioja, Madrid o Extremadura. Somos grandes, sobre todo por historia, por patrimonio y por naturaleza, pero nuestros políticos nos han ido haciendo cada siglo y cada año más pequeños. Herrera dijo un día que Castilla y León era un gigante que se iba a poner a andar. Servidor que escuchó aquello casi se asusta en el auditorio donde lo escuchó. Pero han pasado siete años, o algo así, de aquello, y aquí seguimos esperando que el gigante se levante de la siesta. Ese gigante, entre otras cosas, entonces tenía seis cajas de ahorro, de las que ahora no le queda ninguna.


De gigantes nada, de elefantes que no saben bailar, mucho. Pero tranquilos, que esto lo arregla el socialista Villarrubia ( "a mi Sabino, que los arrollo") o Tudanca, burgalés que quiere hacerse con el mando general de Castilla y León una vez que Óscar López ha decidido poner los dos pies en Madrid y olvidarse de estos pagos que no tienen redención.


  ¡Qué maldición la de esta tierra!. En el siglo XIX se pobló de alumnos de Romero Robledo y desde entonces sigue en esas trazas. O se nutre de vivillos autóctonos o de paracaidistas como Aznar que utilizan esta tierra de portaaviones para ir a Madrid. O nos quedamos en el terruño envueltos por la mediocridad y el lloriqueo o buscamos explicaciones psiquiátricas. Vamos, que no tenemos solución. Apago la luz.

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