Jorge Blass tiene muchos pájaros en la cabeza. Es mago. Por eso saca palomas de lugares imposibles, extrae una retahíla de cartas de entre los dedos o hace saltar a amigos del muro de Facebook hasta una caja de cartón. Im. Presionante.
Hace unos días fui a verle con mi hijo y desde entonces Ángel, con su edad bendita para el birlibirloque, no para de embaucarnos a todos con su incipiente arte para la magia.
No se lo pierdan. Vayan a ver a Blass al Compac Gran Vía o rebusquen en la cartelera de su ciudad, que luego se va de gira por España. "El arte de la magia" da exactamente lo que promete. Esa es su gran virtud.
En realidad, contra corriente, nos propone truco y trato a la vez. El trato es sencillo: tú pagas la entrada, sabedor de que vas a ser engañado de forma fascinante. A cambio, lo pactado: él te da el truco. Te sientas a abrir la boca como un niño grande durante hora y media en las butacas del teatro y ya está. Ohhhhhhh. El asombro.
Puede parecer poca cosa, pero les aseguro que es cosa grande. Para quitarse el sombrero. Extraordinario e inusual embeleco, porque por desgracia, en otros órdenes de la vida, nos estamos mal acostumbrando a que nos hagan truco sin que previamente estuviera acordado en el trato.