OPINIóN
Actualizado 17/09/2014
Fernando Segovia

La radio, ay, otra vez la radio. Escucho esta mañana lo que en principio pretendía ser un profundo análisis de la situación geoestratégica mundial y actual y me quedé como estaba antes de oírla. O peor. Unos sesudos señores (4) altos académicos y expertos representantes de otras cuatro universidades españolas debatían en ese amplio campo de conocimiento. Apunté y todo sus nombres y universidades de procedencia (por si acaso), pero ahora preferí  por pudor no darlos. Ya les digo, me quedé como estaba antes de la escucha. Para analizar el caso en cuestión.


          El asunto era que cada uno aparentaba saber más y contradecir la teoría del otro. Se iban y venían por todo el mundo y parecían declarar teorías peregrinas que poco aportaban. Entonces me preguntaba si es que la historia política estaba fatal, pero fatal. Si no hay pizca de objetividad en el análisis. Si no sabían explicarlo. Si cada uno iba por su lado, sin enterarse demasiado en lo dicho por el otro. Si la historia en sí es un galimatías donde cada uno cuenta lo que quiere. O si lo que faltaba era pedagogía y algo tan sencillo como diálogo y sensatez. No sé bien. Pero el tiempo se quedó corto, las explicaciones también, y la sensación era que cada uno iba y venía a una guerra diferente. Y eso no lo vi, pero imaginé al final lo ufano que cada uno de ellos se iría a su casa y la posterior felicitación de sus parientes y amigos.


       Así sucede con muchas cosas en este santo país. Análisis pretendidamente profundos en principio sin embargo vacíos de contenidos. Argumentos manidos con frases hechas. Mucho ruido y pocas nueces que decíamos. Y altos representantes (en este caso de academias oficiales y notables) que no tienen idea, y si la tienen, no saben transmitirla. Si yo soy un alumno (o padre de sufrido alumno) a punto de inscribirme a una de esas academias mis dudas se acrecentarían. Con qué historia me quedo. Cuál es la más conveniente estudiar. Pues lo mismo debe pasar con las otras historias que se enseñen, las locales, las autonómicas, las regionales, de todo ese maremágnum de cuentos a conveniencia sobre anécdotas interpretables según y cómo. Creo que tenemos la historia (y los historiadores) que nos merecemos.

 

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