OPINIóN
Actualizado 16/09/2014
Miguel Ángel Perfecto

El nacionalismo catalán conservador contribuyó a la modernización y estabilidad política de España y de hecho nunca planteó la separación de Cataluña respecto a España, a pesar de las burdas acusaciones de los centralistas españoles.

Los políticos de la Transición hicieron un enorme esfuerzo de integración de los nacionalismos periféricos mediante un sistema autonómico que, a pesar de algunas disfuncionalidades,  dotó de grandes competencias a los parlamentos y Gobiernos de Cataluña, Galicia y Euskadi convirtiendo además la lengua catalana, gallega y vasca en oficiales en sus respectivos territorios, lo cual ha permitido una inmersión lingüística considerable.

Sin embargo, el nacionalismo catalán no quiere un sistema federal, sino otro confederal donde exista una relación bilateral Cataluña-España, exactamente lo que el Lehendakari Ibarretxe llevó al Parlamento español hace unos años.

El desafío secesionista en Cataluña se basa en una argumentación que no se sostiene, el argumento de "España nos roba", aducido por todos los nacionalismos minoritarios europeos( Roma, la ladrona dicen los líderes de la Liga Norte italiana, Bruselas nos impide nuestro desarrollo dicen los flamencos, etc ) no responde a la realidad, entre otras cosas porque no pagan los territorios sino los ciudadanos, y los impuestos son iguales en toda España, si el conjunto de los ciudadanos de Cataluña paga más impuestos es porque son más ricos, de la misma manera que los ciudadanos de Madrid o las Islas Baleares.

 Por otra parte, el sentimiento de que la lengua catalana está ninguneada por el castellano es sencillamente incierto sobre todo si tenemos en cuenta la política de inmersión lingüística que la Generalitat nacionalista ha sostenido desde hace treinta años.

Y sin embargo, la popularidad de la opción independentista crece cada día más entre los catalanes por la percepción de ese supuesto maltrato y su utilización partidista por el nacionalismo catalán a lo largo de los años. Ese mensaje ha calado y ha estallado con ocasión de la aguda crisis económica por la que pasa España.

El cuarto problema con el que nos enfrentamos los españoles, junto con la crisis económica, la crisis institucional y la crisis secesionista es la Unión Europea.

La UE es hoy en día una organización supranacional irrelevante desde el punto de vista político, siempre a remolque de los intereses de Estados Unidos, y con graves disfunciones internas derivadas de tres aspectos, en primer lugar, el ingreso masivo de nuevos miembros, apoyados por Alemania y Estados Unidos, que hacen muy difícil la gobernabilidad de la institución europea; en segundo lugar, el proceso de renacionalización que se extiende por los países europeos con alternativas de derecha, pero también de izquierda, que se miran el ombligo nacional y se desentienden del resto de Europa.

La desconfianza hacia los demás socios, el intento de limitar las competencias de la Comisión europea, el rechazo absoluto a las recetas económicas del Banco Central  es una muestra evidente del éxito de esa renacionalización y de la debilidad de Europa.

En tercer lugar, la falta de líderes verdaderamente europeístas con una alternativa global para la Unión Europea que debería pasar necesariamente por la democratización de sus estructuras políticas, una mayor integración fiscal, monetaria y financiera y una política exterior específicamente europea con un ejército europeo.

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