OPINIóN
Actualizado 16/09/2014
Emiliano Tapia

¡Qué bueno y necesario es pensar en voz alta ante aquello que nos sucede cada día! Para aprender a querer más y mejor; a luchar más y mejor; a indignarte más y mejor; a sentir más y mejor; a sorprendernos más y mejor;  a hacer las cosas mucho mejor; a organizar la vida mucho mejor; a vivir la solidaridad mucho mejor; en definitiva a valorar la vida más y mejor. Y, en los últimos días me he encontrado con tres situaciones, entre otras, que quiero encuadrarlas dentro de este marco de reflexión y pensamiento.

Hace diez días aproximadamente, de nuevo, la muerte en situaciones no normales se hizo presente en la cárcel de Topas, y ya van? ¡Seguro que se pudo evitar! Estoy convencido. Probablemente no en ese momento y en ese día, que, quizás también; pero se ha podido evitar si hubiéramos tomado ya en nuestra sociedad una determinación clara, "la cárcel no es salida para nada, ni para nadie". Pero no queremos darnos cuenta; ni los ciudadanos, ni ninguno de los Instrumentos de poder y organización social que nos hemos dado para afrontar los conflictos con los que vivimos.

Era, además un hijo de unos amigos, por lo tanto conocía de cerca cuanto había sucedido y estaba sucediendo. Las drogas, no sólo consumo, sino más, han acabado junto con la cárcel, con la vida de un joven de 27 años. Y cuántos, y cuántos, han caído y continuarán cayendo ante la pasividad de casi todos.

Drogas y cárcel, cárcel y drogas, sólo están significando destrucción. Y detrás de las drogas, desestructuración, negocio, falsedad, violencia, víctimas? Y detrás de las cárceles más desestructuración, probablemente otros negocios tan vergonzosos, tanta o más falsedad y violencia, y, por supuesto víctimas, muchas víctimas dentro y fuera; unas, las de dentro, porque sólo se sienten criminalizadas; otras, las de fuera, porque nadie les compensa y les acompaña en su situación.

La lucha frente a estos dos muros necesita de esfuerzos compartidos en la sociedad para encontrar otras maneras de orientar las inquietudes de los jóvenes, de acompañarles en sus dificultades, de compartir sus vidas, probablemente, muchas veces llena de despistes, ilusiones y esperanzas abocadas al fracaso; pero al fin y al cabo la suya, la mejor.

En mi segunda reflexión, Marcelino; ha muerto después de casi diez años con nosotros y entre nosotros. Nos hemos querido y le hemos querido. Nos hemos enfadado juntos y siempre supimos recuperar la cercanía juntos.

Murió dejándonos solamente  lo que tenía día a día y no apartaba de su hombro, delgadez y deterioro físico; una mochila con  algún libro que apenas entendía, una gorra y nada más. No tenía más. No necesitaba nada más; pues, la salud que necesitaba no la pudo encontrar a estas alturas de una vida dura y poco agradecida.

Pero, hay algo que no puedo por menos de resaltar y que sirvió de motivo en la sencilla y entrañable celebración que nos reunió a algunos de sus amigos y conocidos, "supo estar con nosotros y nosotros con él"; era él, sentado en cualquiera de los lugares cercanos a nuestra casa, era su persona; sin nada, pero reclamando como tantos y tantos el derecho a un lugar para un desheredado  de esta sociedad; él nos quiso y nosotros también; ¿para qué más?, nos hubiera recordado él en cualquier momento. ¡Continúa recordándonoslo, Marce!

Y una tercera reflexión. Me ocurría ayer, lamentablemente, una vez más. Una de las personas extranjeras que comparten de vez en cuando su vida en nuestra casa me llaman que ha sido detenida y llevada hasta los calabozos porque existe contra él una orden de expulsión.

Esta persona está todavía bajo la custodia de Instituciones Penitenciarias y solamente se encuentra disfrutando legalmente de un permiso .  A pesar de presentar el documento que lo acredita, como si cualquiera de nosotros presentáramos nuestro carnet de identidad, fue conducido hasta los calabozos por ser extranjero y preso, y por lo tanto, pienso yo, que señalado como delincuente.

Los policías pudieron equivocarse y desconocer la situación para saber cómo obrar, y hasta ahí todo puede ser y pudo ocurrir así. Pero estos errores, tienen una gravedad importante dentro; y es que entrar en el calabozo, de nuevo, es muy duro para quien lo sufre, no sólo físicamente, sino sobre todo psíquicamente recordando otros momentos; pero, además esta vez, de manera ilegal, con la ligereza de quien no sabía o de quien se dejó llevar por esa ley sin sentido que expulsa y expulsa sin reconocer más que criminalización en quién aún habiéndose podido equivocar, tiene todos los derechos a ser acogido como persona en cualquier lugar del mundo.

¿Cuándo vamos a caminar por aquí? Cuando los Estados y sus gobiernos; cuando los ciudadanos y sus organizaciones hayamos confluido en un único objetivo, primero las personas, luego?.

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