Es algo tan viejo como la humanidad, desde "El canto del chivo" (o sea, literalmente tragedia), cuando los primeros griegos ofrecían a Dionisos un chivo como expiación, hasta el chivo Azazel, con el que el pueblo judío expiaba sus pecados hace miles de años. Y ahí sigue como vicio generalizado en cuanto alguna cosa, grande o pequeña, va mal. Se busca un chivo y ya está.
Quizás más que vicio humano es una necesidad personal y social de la condición humana. Y puede ser que cumpla una función que no tiene otra fórmula que las supla. Todo el mundo necesita una dosis de tranquilidad de conciencia o de lo que sea ante cualquier fracaso, torpeza o descalabro y el chivo expiatorio, tan fácil y a la mano, lo remedia sin problema.
Que el chaval no saca el curso, pues la culpa es del profesor; que sube la prima de riesgo, es la Merkel. Si se hunde la economía, es cosa de Zapatero; si crece el paro, Rajoy es el culpable; y el Banco Mundial provoca la crisis bancaria. La crisis de valores es culpa de una Iglesia que no supo hacer lo que tenía que haber hecho y si sobran pisos sin vender la culpa es de los constructores. Y además si ahora ando lejos o algo descolgado es porque fui a un colegio de curas. Y por supuesto los robos son cosa de rumanos y España es el boc expiatori de todos los males catalanes para Mas y Cía. Y una lista inacabable.
Y luego cosas más menudas pero en realidad de mayor entidad humana. Con excesiva frecuencia señalamos brutalmente al ladrón y en cuanto podemos, defraudamos a todos y sorteamos el IVA si podemos. Aplaudimos a los excitadores que casi siempre a sueldo, de ideas o de intereses, señalan y a veces imponen los chivos expiatorios de cada momento y nos quedamos a gusto como quien cumple un deber. Parece que estaríamos dispuestos a tirar la primera piedra en cualquier lapidación, de quien sea, con tal de que, eso sí, sea de enfrente y los etiquetadores le hayan puesto la etiqueta de lapidable.
Y así llegamos cerca. No sabremos lo que nos pasa, haremos diagnósticos equivocados, nos incapacitaremos para buscar soluciones y todo seguirá igual de peor. Sólo faltaba que lo que parecía un problema económico -bancos, recortes, paro, prima de riesgo, hipotecas?- fuera en realidad algo más profundo, un problema moral.
No sé si es así, pero puede ser.