Solitario. Me lo encuentro en una carretera secundaria cuando voy en coche a mi Refugio del monte. En dirección contraria, por el borde de la carretera. Con su equipo completo de ciclista. El casco refleja los rayos del sol mañanero. Pim, pam? pim pam?sube una cuestecilla. Está entrenado para alguna competición. Cuando lo vemos en el Tour, en el Giro, en la Vuelta?va en el pelotón, a rueda o tirando del grupo, escalando o bajando a toda velocidad, o en el gran abanico en una explanada abierta a los vientos. Pero hasta llegar ahí ha tenido que correr solo, con agua, con viento, con sol abrasador, a 40 grados , o bajo cero. Y en solitario, entrenándose para ganar. Tiene que llegar solo, el primero, antes que los demás, si no, no gana. El ciclista, un símbolo. El hombre solo. Se entrena para llegar a la meta, para ganar. Para conseguir su objetivo. Antes de correr en la vuelta ciclista, o en el maratón de la vida que le toque en suerte, tiene que correr en solitario, entrar en la soledad, en su propia soledad. Solo y en silencio en su soledad interior, donde se encuentra a sí mismo y se hace a sí mismo. Dentro de sí mismo está su personalidad, encontrará su identidad. Luego ya puede echarse a la carretera, al tráfago de la vida, del mundo, con los ojos y el corazón puestos en la meta. Todo, en cuerpo y alma.