Uno de los temas que mayor interés ha despertado esta semana de precipitado y caluroso principio de curso ha sido el caso de Ashya King. Este niño estaba siendo tratado en el servicio de oncología del hospital británico de Southampton y sus padres decidieron el alta voluntaria en contra, parece ser, del tratamiento propuesto por el equipo médico. Cumpliendo sus obligaciones morales, parece ser que este equipo médico percibió que si los padres se llevaban al niño, su vida peligraría porque no estaría, a su juicio, debidamente tratado. Al informar al juez de guardia, la fiscalía emitió urgentemente una Orden Europea de Detención y Entrega para que los padres fueran detenidos por un presunto delito de secuestro del menor. Ante las cámaras, y en una muestra de eficacia y cumplimiento de esta euro-orden, los padres son detenidos en Málaga, llevados a la Audiencia Nacional y retenidos durante 72 horas en la cárcel de Soto del Real.
Cuando el caso parece encauzado porque se ha procedido a la descriminalización acelerada de los padres; médicos, jueces, fiscales y periodistas deberían hacer autocrítica de su comportamiento. Hemos visto cómo los médicos siguen analizando los casos en clave paternalista, dando la espalda a creencias religiosas. Hemos visto como se ha aplicado literalmente una euro-orden que no se creó para estos casos, hemos visto cómo se han interpretado precipitadamente las leyes, atendiendo emociones vulgares y desatendiendo argumentos racionales. También hemos comprobado cómo se ha desinformado emocionalmente a una opinión pública amnésica y desconcertada donde estos padres, Brett y Naghmen King, en pocas horas han dejado de ser villanos para convertirse en héroes.