OPINIóN
Actualizado 11/09/2014
José María Moreno

Después de las atrocidades de la segunda guerra mundial, parecía que el mundo había entrado en razón y se pusieron las bases para la unidad europea con grandes líderes que ideológicamente hundían sus raíces en lo que ha lo largo de siglos había ido configurando Europa.

 

   Hoy la única ideología que parece triunfar es la consecución del bienestar individual y consecuentemente la insolidaridad está por doquier. El triunfo en la política consiste en ser capaz  de hacer creer que siempre se puede vivir mejor, sin contraprestación alguna para lograrlo. Cuando llega la hora de la realidad vemos, como en Francia, se tienen que tomar medidas, totalmente contrarias a lo prometido e impopulares, para que toda la economía nacional no se vaya al garete, Qué decir de Italia; después de la traición a sus propios compañeros, las promesas de recuperación de meses se convierten en mil días y se sigue sin hacer nada, como si el tiempo se detuviera a su capricho.

 

   No existe ideología que sea capaz de enfrentarse a la situación actual para, con sentido común, hacer comprender a esta sociedad que sin esfuerzo, solidaridad y trabajo difícilmente se puede avanzar.

 

   La aplicación del sistema económico, para que Europa salga del estancamiento actual, puede cambiarse e introducirse matices que, sin apartarse de la ortodoxia de no gastar más de lo que se tiene, pueda jugarse con los tiempos en que ha de hacerse la reducción del déficit. Podría ser bueno la planificación masiva de obra pública y que estas partidas extraordinarias tuvieran un tratamiento especial diferente a lo que debe ser reducción de gasto público.

 

   Debemos volver a pensar en Europa como una unidad en los objetivos a conseguir y no ser indiferentes a los millones de europeos en paro. Los egoísmos nacionales terminarán perjudicando a todos. 

 

   Es necesario volver a la sensatez de la política solidaria europea pues en ello nos jugamos el futuro  de hacer una Europa que sea viable para todos o por el contrario que termine saltando por los aires, como ya muchos desean.

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