OPINIóN
Actualizado 08/09/2014
Francisco Iglesias

Escribo hoy como ciudadano indignado, indignación que estoy seguro que muchos de ustedes comparten conmigo y que crece cada vez que leo, escucho y veo alguna nueva noticia sobre el Señor Pujol  y su familia.

Me siento engañado una vez más y sigo llenando un vaso de desconfianza en un sistema que ha permitido que quien representaba a su pueblo se aprovechase de él como un señor feudal poderoso que no es sensible a las necesidades de sus vasallos, apretándolos, guiado por una avaricia desmesurada, que lo aleja cada vez más de la posibilidad de ponerse en la piel de aquellos por los que debería estar trabajando y a quienes tendría que ofrecer unas mejores condiciones de vida y finalmente roba.

Igualmente me siento indignado cuando otros señores feudales aprovechan la ocasión, no para tratar de resolver el entuerto y devolver así un mínimo de la confianza perdida, sino para ganar terreno y vasallos para feudo, un ejemplo de esto que les digo lo vimos cuando el Señor Montoro la pasada semana arremete contra el padre del "patria catalana" por su mala conducta y de paso también lo hace contra los hijos de esa patria, ciudadanos catalanes,  deslegitimando a quienes consideran Cataluña un territorio diferenciado pero que no han robado a nadie y tienen todo el derecho a tener sus ideales como cualquier otro ciudadano, o es que ¿la condena de un padre debe ser pagada por los hijos?

Si aquellos que están en puestos de responsabilidad se pusiesen en la piel de los que de ellos dependen como ejercicio cotidiano estoy seguro de que todo esto no ocurriría, sin embargo, parece que una vez que se llega al poder la distancia entre unos y otros aumenta, y se dificulta la capacidad para que se entiendan los intereses y necesidades de los ciudadanos de a pie, disparándose la de saciar la del partido al que se pertenece o las propias, aún cuando sea a costa de todos nosotros.

Pero también quiero compartir con ustedes que mi vaso de confianza está a rebosar, confío en la gente que me rodea, en gente trabajadora, en profesionales que hacen bien su trabajo sin esperar enriquecerse de forma desmesurada, en padres y madres que velan por sus hijos, en hijos que velan por sus padres, en el tendero que me atiende amablemente a punto de cerrar su tienda tras una intensa jornada, en el vecino con el que puedo contar en un momento de apuro, en la persona que me indica por la calle cómo llegar al sitio que busco y si me ve despistado me acompaña hasta allí,?, menos mal que mi vida está cerca de toda esta gente.

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