OPINIóN
Actualizado 08/09/2014
Jotamar

Vuelvo a mis andares y a asomarme a esta pequeña pantalla, después de perderme una temporada por los caminos del no hacer nada. Cómo te echaba de menos Plaza Mayor, la más hermosa de todas las plazas; cómo ansiaba volver a recorrer tus arcadas, mirar para tus balconadas, contemplar la holganza de tus gentes y seguir después, despaciosamente, perdiéndome por las calles y los lugares, por los mil rincones que convierten a esta ciudad en una de las más hermosas que recorrerse pueden.


A lo serio, que me pierdo del todo. Me hace risa, otros dirían que les da la risa, me extraña y me sorprende que la Comisión de Patrimonio -un ente al que me gustaría conocer a fondo y que me presentaran a sus integrantes- en un alarde de interés por nuestras cosas advierta a los hosteleros de la Plaza por pasarse unos metros, descolocar sillas y mesas "unas miajas" y sacar a la calle o fijar en cristales y fachadas cartelitos más o menos llamativos o de colorines. Y según mis informaciones, y lo que se desprende de su "duro" comunicado, los perseguirá con saña, hasta puede multarlos y peligrará el ejercicio de su negocio.


Entonces va este que suscribe, con cierto temor y en un alarde de valentía por si los personajes son poderosos, y comienza a anotar cosas que a mi vista, y a la de los turistas que nos visitan, le producen espanto. Junto al café Real, una fachada decorada con unas placas en hojalata dorada, no sé si se habrán fijado con tanto mirar para los veladores; un poco más allá, en el interior de los arcos del Pabellón Real, unos toldos que no son más que colgajos y que tal vez pueda retirar el Ayuntamiento, ese es su deseo, cuando dicha Comisión se avenga a dar su permiso. Y rematamos a la entrada del Corrillo, con la imagen del kiosco cerrado hace años y que ahí sigue, viendo pasar el tiempo y contemplándolo turistas y salmantinos, que también a nosotros nos duele.


Otro día les cuento, querida Comisión, que en esta plaza de la noche a la mañana apareció una papelera en horrendo verde; más allá un buzón en todavía más irritante amarillo y junto a la estatua del maestro Salinas seis contenedores apelotonados. Al acabar la feria, podríamos hablar de las casetas, exitosa iniciativa pues se trata de beber, comer y divertirse, pero que necesitan de una mano amiga, no sólo de pintura, para convertirse de chamizos feos, como pecado mortal en algunos lugares donde se asientan, en algo digno y decente, que somos Patrimonio de la Humanidad.

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