Nada hay más patético que ver a un profesional de la información paseándose por la redacción con la tijera en la mano, ni existe pluriempleo más penoso, ni comportamiento más contradictorio que el de periodista censor.
La expulsión de Ana Romero, la sanción a María Ramírez, el recorte financiero a José Manuel Lara y el tijeretazo a la viñeta real que dieron los propietarios de RBA en la revista "El Jueves", han pretendido recortar la pluma a todos los que vierten libremente opiniones en páginas los periódicos, aunque en el caso de estos "zumos dominicales" nadie haya metido una paja para absorber el poso de crítica que se decanta semanalmente en esta columna, porque en Salamanca RTV al Día la libertad de expresión es médula espinal de la información que se publica en sus páginas.
Dicho esto, resulta inquietante la autocensura que se imponen ciertos medios de comunicación, obedientes a poderes políticos, financieros y empresariales a cambio de platos de lentejas que ponen en la mesa para comprar su silencio sobre aquello que puede perjudicar los intereses de los patronos, como sucedió en Canal Nou y sigue sucediendo en otras televisiones, radios y periódicos españoles.
Las diferentes visiones de la realidad, los opuestos idearios, las distintas interpretaciones de acontecimientos y las desiguales concepciones éticas de cada cual, hacen imposible la existencia del pensamiento único, otorgando la prismática democracia el derecho a expresar libremente pensamientos divergentes, aunque tales reflexiones perturben el descanso de los mandatarios políticos, sociales, financieros y religiosos, que pretenden neutralizar la discrepancia con la censura, silenciando la verdad o la crítica, sin tener en cuenta que la libertad de expresión es virtud democrática cardinal, por mucho que los poderosos pretendan amordazar el librejuicio a tijeretazo limpio, contando para ello con periodistas pesebreros dispuestos a colaborar por un puñado de euros.
Nada hay más patético que ver a un profesional de la información paseándose por la redacción tijera en mano recortando la independecia informativa, ni existe pluriempleo más penoso, ni comportamiento más contradictorio que el de periodista censor, condenando a galeras los nueve principios básicos de Bill Kovach y Tom Rosenstiel que fundamentan su profesión, especialmente el sexto, que habla de otorgar tribuna a las críticas públicas.
Como decía la señora Graham, dueña del Post, un diario es una empresa mercantil pero también un órgano de opinión pública cuya primera obligación es servir a los ciudadanos. Con este pensamiento convirtió Watergate en un mito del periodismo mundial porque los medios de comunicación vencieron al poder político. Hoy, el intocable Woodward, sigue siendo el periodista más respetado y apreciado de su ciudad por ser un reconocido insumiso que ha mantenido intacto su esqueleto a pesar de los intentos que ha hecho el poder por astillar su libertad de opinión.