OPINIóN
Actualizado 06/09/2014
Jorge Moreno / El Norte de Castilla

El pasado 3 de septiembre ya es una fecha histórica en el todavía corto periplo de Unionistas de Salamanca C.F. Un club cuyos aficionados no querríamos que existiera jugó un partido que nunca quisimos que hubiera de disputarse. Fue en Santa Marta de Tormes y perdimos 1-0 en un encuentro en que el resultado era lo de menos. El primer once inicial del nuevo equipo salmantino, decidido por su entrenador Astu, lo compusieron Albert, Hernán, Merino, Antonio Paz, Diego García, Chamorro, Nacho, Rubio, Manu, Albertín y Lolo.

 

Acercarse el miércoles hasta el Alfonso San Casto tuvo el encanto de la primera vez. Muchos estrenaron camiseta, otros no renunciamos a la bufanda pese a los rigores estivales, aunque en el frescor de la noche hasta se agradeciera, y todos compartimos la incertidumbre ante el sentimiento que podría suscitar ver sobre el campo a un equipo que ahora es el nuestro? y que este equipo no fuera la añorada Unión Deportiva Salamanca. En el minuto 23, desde el grupo de mayor animación, llegaba el emotivo recuerdo al club homenajeado por Unionistas: "En el campo salmantino, con la encina y el balón?". La respuesta a esa inquietud la iremos pasando de la cabeza al corazón, que ya sabemos que en el fútbol, para bien y para mal, lo emocional pesa mucho: "Poco a poco me enamoré de ti", coreaban también los hinchas más entusiastas, que no dejaron de cantar durante todo el partido.

 

Acostumbraremos la garganta al grito de "¡Unionistas de Salamanca!" y las manos a seguir dando palmas a continuación. Haremos los pies a la ruta que conduce al Rosa Colorado, "la Sindical", transitando por la futura glorieta de la U.D.S. Conoceremos campos de juego humildes, como humilde debe ser el club naciente, el último en llegar, con vocación de competir y llegar alto, sí, pero sobre todo, con el propósito de ser fiel a su condición de club de socios. Las apuestas por el fútbol moderado, popular, más deporte y menos negocio, son necesarias. Hacía falta este proyecto desde abajo, que no cubre o aprovecha ningún hueco, sino que busca su sitio partido a partido y aspira a las estrellas sin renegar del camino difícil. Poco encanto, de otro modo, hubiese tenido la primera vez.

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