OPINIóN
Actualizado 30/08/2014
Fructuoso Mangas

En estos meses de verano medio mundo viaja por vacaciones, el medio mundo que puede, claro. A toda suerte de destinos, desde el pueblo de toda la vida hasta dos semanas en la costa o doce días en algún país de por ahí? Y cualquier viaje es una poderosa escuela de humanidad.

Cada viajero, a poco que se cuide, aprende  y comprende otros hábitos, otros modos de vida y, a poco que hable, otros modos de pensar, de creer y de vivir.

Un alto porcentaje de los salmantinos ha pasado en el pueblo unos días de agosto. El hecho mismo de volver al pueblo remansa agobios, reconcilia con un mundo medio abandonado y ayuda a descubrir, a la vez, la dureza y la belleza del campo. Y sobre todo el encuentro con la familia, el reconocimiento de rostros  y de afectos, el recorrido por viejos caminos llenos de recuerdos y cien posibilidades más para hacer de unos días de vacación la ocasión fácil y agradable de crecer en humanidad y en el propio bienestar.

Y no es menos rico el viaje a mares o montañas, descubriendo la insuperable belleza de tantos espacios, que puede compensar la pedestre pesadez urbana aun de esta ciudad pequeña y casi apacible que es Salamanca. Y eso es más que estética de paisajes, es, o puede ser, también una  mirada nueva sobre muchas cosas y hasta sobre sí mismo; sin olvidar el paisanaje que cada viajero puede encontrar y que vale, en principio, más que la ladera en la que habita o que la costa en la que toma el sol. Constantes e incalculables oportunidades para casi todo, aunque hay que saber  mirar y escuchar, claro.

Y quizás hay todavía más ofertas de todo lo humano cuando el viajero sale de su país y vive, a ser posible sin prisa y sin paso turista, entre otros modos de vida y otras culturas. Nos hace falta a todos un baño de lo diferente para entender y entendernos; si el viaje se hace con sentido se puede acabar descubriendo que los otros son también nosotros y no andamos tan lejos unos de otros como a veces nos empeñamos en aparentar. Lástima que no podamos salir todos fuera y ojalá que lo pudiéramos hacer con la mente abierta para descubrir lo que hay más allá de lo que se ve.

A lo dicho, viajar es, o puede ser, la mejor escuela de humanidad.

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