Cuando en la apertura de los informativos, en los titulares y en las cabeceras de los noticiarios la principal noticia es la cuenta de los días que quedan para que el presidente del Gobierno se entreviste con el presidente de una comunidad autónoma, y en plena era de las comunicaciones instantáneas se especula, cual si fuese algo serio, con la pregunta que éste le formulará a aquél o viceversa, o si fulano se negará a hablar de aquello con mengano cuando mengano venga al reino de fulano, y cómo se darán la mano en la escalera, fulano y mengano, o si fulano bajará dos peldaños para acercarse a mengano, o le esperará en los escalones de más arriba, y cuántas decenas de fotógrafos va a haber, y cámaras, cuántas catalanas, cuántas imperiales, cuántas entreveradas, o si en los seis días que quedan para que se vean, ¡oh, que se van a ver!, va a cambiar el talante, o la intención, la jeta o la duración y el traje y el color de la corbata y el botón de la chaqueta..., entonces podrá concluirse, más allá del ínfimo nivel del discurso político español y sus mezquinas expectativas, de sus ridículos protagonistas y sus chabacanas parafernalias, que la información, y los intereses a que sirve la información en este país, ha llegado a unas cotas tales de vulgaridad e intrascendencia, de falso sensacionalismo para el mercadeo de audiencias y de expectativas tan artificiales que sólo interesan a quienes de ellas informan, que hacen a los medios de comunicación tanto o más responsables del desinterés ciudadano por la política como lo son sus propios protagonistas.
Tertulias televisivas llamadas políticas que en nada se diferencian con los patios de vecindad y alcahueterío que son las del corazón, los grandes hermanos, las humillaciones cocineriles o las mendicidades en primetime, sesgos periodísticos, y titulares, y comentarios, editoriales y artículos, dictados por los intereses de la especulación financiera o las castas económico-sociales de la que los mismos medios son parte interesada, una suerte de papilla intoxicadora que se hace pasar por información ?consúltese, por favor, la definición en un diccionario- trufada de mentiras, medias verdades, noticias de hechos manipuladas, ocultamientos, parcialidades, intereses o planes a diferentes plazos, han convertido este país, in formativamente, en una algarabía ininteligible de política de mercadeo, información partidista, sensacionalismo, vulgaridad, reaccionarismo trepador y mezquina molicie mental, terreno inigualablemente propicio tanto para la corrupción descarada que nos asfixia ?y a nadie parece importar- como para la inhumanidad, la insolidaridad y ese botellón permanente de desinterés que cada día más nos define.