OPINIóN
Actualizado 29/08/2014
(saludadiario.es)

Yo creo que todos hemos sentido hambre, al menos un cosquilleo en el estómago cuando llevamos tiempo sin comer por un viaje largo o alguna otra circunstancia  excepcional. Pero es difícil explicarle a quien no la haya sufrido qué es el hambre de verdad, de días y años. La que se apodera del cuerpo famélico. La que sufren muchos millones de seres humanos; también aquí cerca de nosotros, muchos que acuciados por la necesidad se ven obligados a "perder la vergüenza" y se ponen en una esquina de la calle o a la puerta de una iglesia a pedir limosna, porque están en paro y no tienen nada qué llevarse a la boca él y los suyos; y los miles de personas que buscan en los contenedores o van a buscar una bolsa de comida, a los "bancos de alimentos", que se han multiplicado en estos días, y los promueven y administran voluntarios, porque es más fácil pedir para otros que para uno mismo. Ayer unos hombres maduros pedían para otros, creo que improvisadamente se habían plantado en medio de la calle a pedir. Un sastre jubilado, que me hizo algunos trajes hace tiempo, pedía con una hucha y un gran cartel que decía: "Yo puedo comprarme ropa pero hay gente que no tiene ni para comer ni para vestir". Colabora le decía a su amigos y conocidos que pasaban a su lado por la céntrica calle.

Como una paradoja cruel, cada vez que abro la televisión me encuentro a un cocinero o cocinera haciendo exquisitos guisos, y al lado un periodista comentándolos, en diálogo con el experto en manjares más o menos suculentos, o guisos ordinarios, como si fueran verdaderas joyas de arte. Creo que hay ya en algunas universidades una Facultad de labores culinarias. Y hay cientos de concursos, incluso para niños, para aprender a cocinar, y para ganar premios al mejor plato. Y yo me pregunto por qué se habrá puesto de moda la cocina, cuando tanta gente pasa hambre, y los libros de recetas culinarias, que cualquier hombre o mujer que sale en la tele y ha escrito ya "su tonta vida", escribe y vende como rosquillas. Yo mismo estoy tentado de escribir mi libro de cocina titulado "Mi tortilla de patata"; me puedo hacer rico. Pero me temo que toda esta moda de la cocina en la tele , que comenzó un tal Argiñano, tiene mucho que ver con el hambre de mucha gente que no tiene qué comer, y seguramente con las ganas de comer que tenemos otros como contraste con los que no comen. Ahora todos andamos desaforados comprando para comer en la Navidad.

 

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