OPINIóN
Actualizado 28/08/2014
Rosa García

 

él se disfraza. ¿De qué? De mujer.

No importa si es carnaval, una despedida de soltero, las novatadas del colegio mayor o las fiestas del pueblo, siempre, en cualquier situación hay un alto porcentaje de hombres que se disfrazan de mujer.

Hace muchos años, cuando las mujeres solo podían ser amas de casa, enfermeras, maestras y poco más, resultaba divertido que se disfrazaran de personajes tradicionalmente vinculados al sexo masculino, pero afortunadamente las cosas han cambiado, y ahora no tiene ninguna gracia que una mujer se disfrace de sargento de artillería, de bombero o de albañil, salvo que se vaya formando parte de una peña y ese sea el argumento elegido por el grupo.

Pero a los hombres les sigue haciendo muchísima gracia disfrazarse de asistenta, de enfermera o de caperucita roja, y a poder ser culona y pechugona, es decir con una fuerte y esteriotipada carga sexual. Y no solo cuando van en grupo, si va "una sola" en medio de otros disfraces más o menos asexuados, tanto mejor.

Supongo que sociólogos, psicólogos y otros estudiosos de la psique tendrán un montón de explicaciones, pero a mí, que no soy ningún tipo de cólogo, las explicaciones que se me ocurren van desde la burla hacia nuestra forma de vestir y arreglarnos, pasando por la envidia pura y dura de nuestro cuerpo serrano, hasta la oportunidad ideal de manifestar su más o menos oculto lado femenino.

Y no es que pretenda que los chicos se disfracen de chicos y las chicas de chicas, nada mas lejos de mi intención, el disfraz cumple una función social de ilusión, aspiraciones y broma, pero ¿qué pensaría la sociedad en general y los hombres en particular, si se pusiera de moda que las mujeres fueran a las despedidas de solteras enfundadas en un elegante traje de mayordomo o de torero y marcando un prominente "paquete" en la entrepierna? A más de uno se le cortaría la digestión, y más de dos harían comparaciones.

En cualquier caso sería raro que esto ocurriera, a las mujeres nos gusta más disfrazarnos de mujeres sublimadas, de personajes o de disfraces de pura fantasía, que demuestren nuestro ingenio a la hora de dar forma humana a una libélula, a un caracol o a un ambientador de coche.

Con connotaciones sexuales o sin ellas el hecho es que el número de hombres que eligen disfrazarse de mujer es exageradamente superior al de mujeres que se disfrazan de hombre.

Compruébelo en el próximo evento y saque sus propias conclusiones.

 

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