OPINIóN
Actualizado 26/08/2014
Ascensión Iglesias Redondo

La historia, al igual que la memoria, se configura por mecanismos selectivos. No todo lo que percibimos queda almacenado en nuestra memoria, del mismo modo que no todo lo que sucede en la vida pasa a formar parte de la historia; existen mecanismos que organizan nuestra memoria, que desechan recuerdos y seleccionan acontecimientos, con el objetivo de proporcionar una estructura mental capaz de afrontar el día a día de la mejor manera posible en ese conflicto inconsciente entre lo que ha sido y debería ser.

La historia también cuenta con mecanismos de selección, se eligen los sucesos que se cree que deberían quedar en el archivo de la historia.

Pero entre ambos procesos existe una gran diferencia. Mientras que el proceso selectivo de la memoria es involuntario y se mueve por mecanismos mentales complejos, la construcción de la historia es un proceso voluntario, se resalta aquello que interesa y se invisibiliza lo que no se quiere destacar y así las historias de las mujeres tan sólo han sido eso, historias de mujeres, porque su función ha estado en ese lugar secundario.

De este modo, las historias que pasan a formar parte de la historia, no son sólo historias de los hombres, sino aquellas que han transcurrido en el seno de lo público que son las que han sido protagonizadas por los hombres.

Ante estas circunstancias, las estrategias a seguir deben ser: trabajar para continuar con la deconstrucción de la desigualdad y sustituirlo por un espacio común, cuyos cimientos partan de la equidad.

Hasta ahora el enfrentamiento ha servido para mantener la jerarquía de la desigualdad y se ha instrumentalizado a través de la violencia; pero a partir de ahora servirá para encontrar definitivamente, la Paz, porque son más las mujeres y hombres dispuestos a enfrentarse a la injusticia de la desigualdad.

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