OPINIóN
Actualizado 25/08/2014
Ferenando Segovia

Al parecer es una palabra de origen árabe, de la época de las Cruzadas, que designaba un grupo de una especie de monjes musulmanes, fundamentalistas por supuesto, cuyo líder más famoso fue Hassan Al Sabbah. Sus seguidores se entrenaban para matar enemigos ayudados por el efecto químico del hachís. Dios es clemente y misericordioso, pero es Él el clemente. Los creyentes no somos dios, así que ¿tenemos que ser clementes y misericordiosos? Para un cristiano que no sea fundamentalista la respuesta es obvia: sí. Para la mayoría de los musulmanes también, aunque la cosa no está tan clara, por la pluralidad de interpretaciones que tiene un texto sagrado que, en sí mismo, en lengua árabe, es la máxima autoridad y ningún hombre, ni asamblea de hombres, puede interpretar con autoridad. Si esto es así ¿qué autoridad podrá decir a un fundamentalista, integrista, asesino que su interpretación de El Corán no es correcta?

Religión, política y monopolio de la violencia son cosas que, demasiado a menudo en la historia humana han ido unidas y tal vez tenga que ser así por aquello del principio ecologista de que todo está enlazado. En la historia de eso que algunos llaman Occidente ha corrido mucha sangre y se ha ejercido mucha violencia hasta llegar a un consenso casi general sobre la separación de Iglesia y Estado o sobre la moralidad de la guerra.

En este punto, la historia de las religiones es ilustrativa, porque los orígenes de cada religión suelen marcar el devenir de la misma, dada la tendencia de la naturaleza a no prescindir de las raíces de las cosas. Y no es lo mismo que en los primeros tiempos de una comunidad religiosa haya habido un período cortísimo de persecución, profetismo y espíritu misionero de paz, propagándose poco a poco a base de testimonio profético y convicción dialogante, que haber sufrido largos siglos de persecución, exclusión social, martirio por la fe y conciencia de ser una minoría que, de ningún modo, puede imponerse por la fuerza al resto.

El Estado Islámico (EI) es una muestra más de otros ensayos que ha habido en la historia del mundo musulmán: almorávides, almohades, benimerines en nuestra Edad Media, cuyo punto de ruptura de su poder religioso, político y militar tuvo que ser la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Compleja situación la que se plantea. No convendría esconder la cabeza debajo del ala pensando que no nos afecta, porque la modernidad del Islam en general y de sus movimientos fundamentalistas y violentos, en particular, está en su concepción globalizada del mundo. El cuchillo que segó la vida del periodista James Foley no está tan lejos de nuestras gargantas.

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