OPINIóN
Actualizado 23/08/2014
José Ramón Serrano Piedecasas

En 1949, es decir hace casi 65 años, Albert Einstein escribía en Monthly Review: "La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal... El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos... El resultado de este proceso es una oligarquía cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la población... En otras palabras, Einstein y otros intelectuales europeos y norteamericanos (véase, por ejemplo, a los integrantes de la Escuela de Frankfurt) ya denunciaban dos consecuencias nefastas asociadas con el explosivo desarrollo del capitalismo: 1) la concentración de la riqueza en muy pocas manos; y 2) el progresivo deterioro democrático de las instituciones políticas occidentales. Hoy, los ciudadanos de esos países presenciamos una notable agudización de tales síntomas. Incluso se añade otro efecto: la imparable y sistémica corrupción política, empresarial, sindical. Los partidos políticos, los que gobiernan o tienen opciones de gobierno se han convertido en lobbies. Representan y defienden los intereses económicos de los grandes oligopolios y estos, a su vez, se lucran y retribuyen a "sus políticos". La ciudadanía no entra en sus cálculos mas que para votar cada cuatro años. Entretanto no se cansan de animarla a que se quede en sus casas viendo la tele o leyendo preferentemente algún periódico deportivo. Unos medios de comunicación propiedad, asimismo, de dichos oligopolios. Muchos, muchísimos informadores y periodistas no se cansan de repetirnos en tales medios, que "no hay alternativa posible al estado de cosas actual", que éste es "el único y más perfecto sistema democrático" alcanzable. Cuando, la realidad, es bien distinta. Hace sesenta y cinco años las sobras de sus banquetes eran copiosas y, en general, la gente de a pié se conformaban con ellas. Hoy no hay sobras que repartir. De ahí, la desaparición del llamado "estado de bienestar", los recortes sociales, el paro, la precariedad laboral, la emigración masiva de nuestros jóvenes, los desahucios, la pobreza y el creciente malestar social. Entretanto la especulación financiera ha hecho más ricos a unos pocos y ha emprobecido a la mayoría. Dudo que los grandes partidos políticos, aquí y allá, tengan capacidad de regeneración democrática. Carecen de capacidad de maniobra. La maraña de intereses espureos en que se encuentran inmersos, el clientelismo que sustenta su actuación y la pérdida de soberanía los tiene aprisionados. Por desgracia han traspasado todas las líneas rojas. Como hace poco decía Ulrich Beck: sólo de los movimientos sociales, de la calle, puede llegar alguna solución...  

 

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