OPINIóN
Actualizado 23/08/2014
Fructuoso Mangas

Lo del elogio de algo, hasta de lo más inesperado, tiene un largo recorrido en la literatura desde Elogio de la locura hasta Elogio de lo inútil o de la ociosidad o de la sombra, etc? con autores tales como Erasmo o Borges o Russell y demás. Yo, humildemente y a mucha distancia, hago elogio, con matices, de la curva.

El pintor holandés Piet Mondrian llevó lo de la línea recta hasta tal extremo que abandonó la revista "De Stjl", de la que era cofundador, porque su colega en la dirección había consentido una línea curva. La anécdota, que lo parece, en arte no lo es y en buena parte Mondrian es Mondrian por lo que hay debajo de aquel incidente "de rectitud".

Caben muchas lecturas y hasta lecciones trascendiendo el incidente y a mí me ha sugerido algunas al ver Composition IV, una de sus obras. Porque la vida humana entera anda así, entre la recta y la curva, entre la rectitud y la flexibilidad, entre la rigidez y la acomodación, entre la infidelidad y la intransigencia.... Y cualquier extremo en cada una de las dos direcciones lleva a límites peligrosos. Lo demuestra la vida misma desde hace siglos

Habría que defender la curva frente a la recta para saber acomodar cada norma, para poner el sábado al servicio del hombre, para poner a la persona por encima de las ideas y para establecer inteligentemente las prioridades, para acoger y comprender por encima de partidos, de religión, de votos y hasta de equipos de fútbol o de color de la piel.

Es normal que en cada periódico, emisora o canal, o en cada sermón o discurso, se note a las primeras de intercambio dónde se sitúa el que habla o escribe con un rigor extremoso que no haría falta para contar la verdad, sea cual sea. Y así salimos perdiendo todos aunque los pequeños fanáticos anónimos crean que salen ganando ellos. Todos perdemos sensibilidad, oportunidades y los ricos sabores de lo normal, lo humano y lo verdadero. Así andamos, de pobretones y de perdedores, sin entender la alta calidad de la curva. Aunque tenga vicios graves, la curva está más cerca del abrazo.

Y me gustaría hacer clara alabanza de la recta. Hay muchas cosas en las que no debería haber doblez ni dobladura: no escaquearse ante el prójimo que tienes delante, no dar la vuelta renunciando a fidelidades  costosas, no darte media vuelta y dejar que otros hagan lo que no haces tú, no rodear con hábil curva los derechos de los otros y/o los deberes que te pertenecen. Mantener la rectitud y hacerlo, hoy precisamente, hasta con coraje e indignación. En esto estoy de acuerdo con Mondrian y su defensa artística de la línea recta. Si Borges hubiera hablado de esto en vez de hacer el Elogio de la Sombra (¿hay alguna cosa de la que no hablara o escribiera?) habría dicho:                     

El inteligente entremete la curva con la recta y saca adelante la belleza de la sabiduría humana.                           Que no es renuncia sino armonía.

Pues eso.

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