OPINIóN
Actualizado 22/08/2014
Eugenio Sánchez

  "Te hubiera dado más de lo que me robas ...." (Sabina).

  Sólo líneas inciertas que plasman lo que pudo ser y no fue, o quizá lo que algún día será.

  A veces la realidad pierde su apetito y regurgita el bucle de la añoranza, rebobinando hasta el recuerdo elegido en situación vital de coma.

  Es tiempo regalado al negro agujero abisal, monstruos fantásticos sin catalogar devanean entre las neuronas cautivas, una rodilla se reclina en el barro y fango de las batallas perdidas y el anhelo se ve despojado de sus alas.

  !Despierta ya!, "pandillero tatuado y suburbial, hijo de la derrota y alcohol.." (Sabina).

  Estamos a tiempo ¿o no?, de este cóctel de conciencias que rigen nuestras vidas por un voto en blanco no confío. !Pero no tengo argumento para nada!. Vuelvo al latido, a la tierra polvorienta, al viento... siempre nos quedará París ... y Chiclana niña Reina.

 

Poema Mi Vaquerillo de Jose Maria Gabriel y Galan

He dormido esta noche en el monte
con el niño que cuida mis vacas.
En el valle tendió para ambos
el rapaz su raquítica manta
¡y se quiso quitar-¡pobrecito!-
su blusilla y hacerme almohada!
Una noche solemne de junio,
una noche de junio muy clara?
Los valles dormían,
los búhos cantaban,
sonaba un cencerro,
rumiaban las vacas?
y una luna de luz amorosa,
presidiendo la atmósfera diáfana,
inundaba los cielos tranquilos
de dulzuras sedantes y cálidas.
¡Qué noches, qué noches!
¡Qué horas, qué auras!
¡Para hacerse de acero los cuerpos!
¡Para hacerse de oro las almas!
Pero el niño ¡qué solo vivía!
¡Me daba una lástima
recordar que en los campos desiertos
tan solo pasaba
las noches de junio
rutilantes, medrosas, calladas,
y las húmedas noches de octubre,
cuando el aire menea las ramas,
y las noches del turbio febrero,
tan negras, tan bravas,
con lobos y cárabos,
con vientos y aguas!?
¡Recordar que dormido pudieran
pisarlo las vacas,
morderle en los labios
horrendas tarántulas,
matarlo los lobos,
comerlo las águilas!?
¡Vaquerito mío!
¡Cuán amargo era el pan que te daba!
Yo tenía un hijito pequeño
-hijo de mi alma,
que jamás te dejé si tu madre
sobre ti no tendía sus alas!-
y si un hombre duro
le vendiera las cosas tan caras!?
Pero ¿qué van a hablar mis amores,
si el niñito que cuida mis vacas
también tiene padres
con tiernas entrañas?
He pasado con él esta noche,
y en las horas de más honda calma
me habló la conciencia
muy duras palabras?
Y le dije que sí, que era horrible?,
que llorándolo el alma ya estaba.
El niño dormía
cara al cielo con plácida calma;
la luz de la luna
puro beso de madre le daba,
y el beso del padre
se lo puso mi boca en su cara.
Y le dije con voz de cariño
cuando vi clarear la mañana:
-¡Despierta, mi mozo,
que ya viene el alba
y hay que hacer una lumbre muy grande
y un almuerzo muy rico? ¡Levanta!
Tú te quedas luego
guardando las vacas,
y a la noche te vas y las dejas?
¡San Antonio bendito las guarda!?
Y a tu madre a la noche le dices
que vaya a mi casa,
porque ya eres grande
y te quiero aumentar la soldada?

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