OPINIóN
Actualizado 20/08/2014
Fernando Segovia

No sé bien si fue Maleni (flagélenme duramente si así no fuera) la que dijo aquello de que el dinero público no era de nadie. Y en parte algo de razón le doy a la buena mujer malagueña. Y déjenme que les explique el caso (mi caso, claro está).


     Es verdad (debe ser verdad) que ese dinero pertenece a todos, pero tan a todos, tan a todos, que nadie que ande por los cimientos del sistema parece reclamar su parte de ese botín. Sí que hay una movida de opinión y de togas cuando se malversa  algo y se conoce el asunto, pero como no parece aclararse nada al final, no hay cárcel (excepto para unos poquísimos), ni otro tipo de castigo, ni siquiera devoluciones, pues asemeja que esos euros vinieran por ensalmo desde la estratosfera hasta las manos de los malos administradores. Por todo esto que les cuento también me parece que el dinero es algo más de los administradores que de la señora Admira y de Eutimio y de sus vecinos cercanos que nada se han embolsado. El mal radica en que todo se disuelve en un fárrago administrativo tal que, entre unas y otras manos, se puede ir evaporando fácilmente hasta diluirse del todo. Y luego vaya usted a reclamar al maestro armero.


    Todos tenemos en la cabeza ese concepto de lo público, pero no alcanzamos bien a saber qué coño es eso y hasta dónde llega. Creo no lo aclaramos suficientemente bien. Es que los que andan arriba, quienes administran, parecen más que dueños (desde luego más dueños que Admira y Eutimio o que yo mismo) del cotarro. Admira y yo no intervenimos en decidir si tal o cual empresa hace esto o aquello (convenga o no). O si este negociado o personaje va a gozar de ordenadores de primera, de segunda o de tercera para su departamento. Eso no lo decidimos nosotros. O si decidimos algo es desde lejísimos, desde el mismo limbo (aquello tan romántico del ciudadano y el voto). Así que no señor. Apenas decidimos algo que no sea aupar caras y siglas para que el asunto quede igual (y no alcanzo saber dónde coño está lo conveniente y saludable). La cosa pública es más de ellos que nuestra. Y desde luego que quienes pueden determinar todo eso parecen los verdaderos señores de tanta pasta gansa que circula al por mayor y sin descanso. Y hasta se permiten desviar en casos para sus cuentas privadas, con más o menos descaro, cantidades asustantes que luego nunca van a devolver.
    Mientras continúe viviendo este lamentable panorama patrio y esto no cambie algo más, sigo dándole toda la razón a Maleni, muy a pesar mío, quede bien claro. Al menos de mi mitad más lúcida.

 

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