OPINIóN
Actualizado 19/08/2014
Ana Higles

Es muy divertido ponerse a rebuscar los inicios de muchos cantantes que ahora triunfan. Suele consolarme bastante comprobar que la mayoría no lo tuvo nada fácil o que empezó dedicándose a un estilo completamente opuesto al que defienden ahora que venden millones de copias. Loreen, por no ir muy lejos, intentó triunfar al estilo Alicia Keys. Sobra decir que no lo consiguió. Durante su paso por el Idol sueco se defendía bastante bien en géneros rockeros y música negra (R&B...). Pero aquello ya estaba inventado y al final pasó lo que tenía que pasar, Loreen se dio de bruces con la que es su voz real. La que la ha alzado en las listas de ventas de toda Europa. Una voz con tintes bereberes que queda bien en acústicos o bases electrónicas, porque (y esto que voy a decir debería ser "lo normal" en gente que tiene por profesión cantar) no da nunca una nota fuera de sitio. Pero sí, también Loreen se equivocó al principio y ha dejado Youtube regado de perlas de sus primeros pasos. El camino es lo más divertido y rebuscando, puedes encontrarte con imágenes de Loreen en las que se puede apreciar, por ejemplo, que tiene cejas.

Ah, la vida está llena de segundas oportunidades. A veces buscadas. Otras, por sorpresa. Pero son oportunidades al fin y al cabo, merece la pena agarrarse a ellas y ver dónde te llevan.

Una segunda oportunidad como un Boing de grande es lo que le cayó del cielo a Robin Stjernberg, ganador del Melodifestivalen 2013 y representante sueco en el Eurovision de Malmö. Pero claro, eso lo es ahora... Al principio nadie daba un duro por él. No, no, los suecos tampoco se jugaban una krona. El caso es que cuando, por sorpresa, vi que Robin Stjernberg se metía en la final del Melodifestivalen, me puse a rebuscar en sus inicios. No fue tanta la sorpresa cuando descubrí que había formado parte de una boy band al estilo Backstreet Boys junto a Eric Saade (al que tengo una antipatía patológica, lo confieso), con la que había llegado a cosechar algún que otro éxito y que abandonó, a dios gracias, por diferencias artísticas (que en esta profesión es lo que se alega siempre que te llevas a matar con el compañero). Robin, como Loreen, había visto muy de cerca las mieles de un éxito que fue para otro antes de aterrizar en el Melodifestivalen. No estuvo entre los mejores de su semifinal, ni mucho menos, pero fue repescado para lo que allí llaman el Andra Chansen, la segunda oportunidad, que ha sido siempre un premio de consolación para, al menos, llegar a la final del Friends Arena y cantar ante 65000 personas.

Pero Robin es un elegido de las segundas oportunidades. La sorpresa fue que, en apenas unos minutos y tras unas pocas votaciones de los jurados Robin se colocaba en el primer puesto de la tabla. Habían pasado muchos años para que se rompiera la maldición del Andra Chansen, hacía demasiado tiempo que un repescado no ganaba en la final del todopoderoso Melodifestivalen. Merece la pena reconocer que si lo hizo fue únicamente por el voto del jurado internacional que el Melfest incluyó en sus finales hace unos años.

El caso es que Robin ganó sin que nadie lo esperase. Todos apostaban por Yohio, pero el voto internacional lo elevó a un primer puesto que el pobre no se creía. Viéndolo en directo, muchos pensamos que al chico le estaba dando un bajón de azúcar. Se quedó blanco y boqueabierto en el programa más visto del año en Suecia, por delante del mismísimo Eurovision. No reaccionó hasta que todos los perdedores de la greenroom lo devolvieron al mundo real a base de besos y abrazos.

Después de una sorpresa como ésta, Robin iba a Eurovision con una cosa en mente: disfrutar con su país del gran evento que estaban produciendo. Mirases por donde mirases al chico, no se veía ni rastro de ambición en él. Estaba allí para pasarlo bien y dejar en buen lugar la canción que se había llevado el Sångfågeln del Melodifestivalen y acabó por ganar el premio Marcel Bezencon a la mejor composición de la final. Y el pobre Robin estaba en medio de todo eso, casi sin querer. Por eso me cayó tan simpático y me molesté en escuchar su álbum completo, que resultó ser un muy grato descubrimiento. La generación del 91 es lo que tiene, que salimos tan buenos como humildes.

Si también le ha entrado curiosidad por saber cómo se pronuncia el apellido del chico, tome nota porque es más fácil decirlo que explicarlo. Trate de decir una "s" aspirada muy junta a una "j" ligada a una "u" muy larga que va a parar a una "e-r", tras la que por fin pueden decir "berg", pero corten la "g" como si se la comieran, porque en sueco es una especie de consonante con tope. Llega hasta donde tiene que llegar. En resumen: sjuuuuueerberrrrg. Ahora sí.

Moraleja del cuento eurovisivo de hoy: nunca dejes de intentarlo y cuando lo logres, que no pase un segundo sin saborear ese regustillo de felicidad que te dejan los éxitos.

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