OPINIóN
Actualizado 10/08/2014
Fernando Saldaña

A su regreso de vacaciones, Aurora llegó abatida al bar. Este año ha disftrutado de menos dçías en agosto, sólo una semana. El resto del tiempo se lo parte la empresa en meses en los que ni su pareja ni sus hijos pueden disfrutar de ella ni de su compañía. Cobra menos que antes y, encima, ha perdido derechos. Y no se queja, que aún mantiene un puesto de trabajo decente con un sueldo decoroso.

Cuando entró en el bar, andábamos enfrascados en discusión sobre la creación de empleo, las medidas del gobierno y, según el decir de Emilio ?el camarero- la excelente política del PP que "nos conduce, una vez más, por la senda de la recuperación".

Aurora escuchaba sin intervenir. Se había adueñado de la media ración de bravas que habíamos pedido, sin que nadie pudiera enganchar una sola patata. Cuando sólo quedaban seis, seis para siete (ocho, si contamos a Emilio), Aurora pidió un tenedor. La sonrisa de sus ojos delataba que iba a zanjar la cuestión, que tenía un plan para dejar en su sitio a Rajoy, a Báñez y a Emilio. Con el tenedor hizo tres partes de cada uno de los trocitos de patata y nos espetó: "Aquí tenéis vuestra media ración: ¡diez y ocho patatas! No me negaréis que he regenerado la economía".

Ninguno nos atrevimos a llevarle la contraria. De seis, había sacado diez y ocho. Aurora, como Rajoy, había hecho un prodigio. Ella, la recuperación de las patatas bravas. Rajoy, el milagro de la multiplicación de sueldos y puestos de trabajo.

Emilio sirvió otra de bravas. "¡La casa invita!", dijo mientras le daba un cariñoso pescozón a Aurora.

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