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OPINIóN
Actualizado 06/08/2014
José Antonio Benito

Mi "puente charro" en vísperas de la fiesta del patrono de la iglesia de Rollán ?San Lorenzo, 10 de agosto- lo dedico a mi pueblo del Campo Charro, de la Pequeña Armuña: Rollán, histórica villa que por siglos estuvo vinculada a la Orden de Alcántara.

El campanario de un pueblo abraza todas las miradas y voluntades de sus fieles para fusionarse en la tierra y remontarse hacia el Cielo. En torno a la torre de la iglesia parroquial gira la actividad de su gente. Al cruzar el umbral del templo las huellas y las señales se multiplican y nos pregonan que somos deudores de una historia milenaria. El reto de descifrarla, de asumirla, es comprometernos con el gozo de despertar su memoria, afianzar su identidad, estimular su porvenir. Al contemplar sus piedras, sus imágenes, prisioneros del elocuente silencio y convidados de una liturgia eterna omnipresente, todo se llena de vida, gratuidad, compromiso, sentido.

Nací a 20 metros de la iglesia y, aunque vivo en Perú, a doce mil kilómetros (doce millones de metros) del pueblo, siempre llevo en mi corazón esta torre milenaria. ¡Quién se cansa de mirarla? Desde casa, en dirección a Salamanca; desde la plaza hacia la Sierra. Pero siempre, agigantando la mirada; acreciendo el horizonte con la suave y enérgica llamada de su campana. Vocación y misión; contemplación y acción.

Con motivo de las bodas de oro de mis padres ?Agustín y María Antonia- en el 2005, tuve la suerte de pasar diez días en casa, junto a mi torre, con Jesús en el Sagrario y con mi gente. Y me entraron ganas de saber algo más de estas piedras, de sus iconos, de sus papeles archivados. Tengo muy claro que estos apuntes no son ni siquiera sillares para construir un edificio, pero pienso que son piedras o pedruscos que con paciencia y tiempo podrán servir a otros para levantar el monumento histórico que nuestra iglesia se merece. A través de estas migajas históricas se descubren los miles de minúsculos detalles que tejen la total historia de nuestra parroquia. ¡Cómo emociona el ver papeles amarillentos con cifras reducidas en céntimos o pesetas para la reconstrucción del tejado o la compra de una imagen! ¡Cuánta responsabilidad por parte de párroco y fieles al constatar la confesión y comunión pascual de la práctica totalidad del pueblo! ¡Cuántos dolores al ver comprobar muertes infantiles o quema de archivo! ¡Cuántos gozos al participar en las Misiones con los PP. Jesuitas o Dominicos o en la primera Misa de Juanse!

Quiero agradecer a don Juan Francisco, párroco en el año 2005, por las facilidades concedidas para consultar cuantos documentos he necesitado. De igual modo, muchas gracias a Mateo Martín Berrocal, primo y entrañable amigo, por sus valiosísimos apuntes; poco a poco, con su ayuda, la historia de Rollán se nos va aclarando. De momento puedo ofrecerles en internet la obrita "NUESTRA IGLESIA DE ROLLÁN EN LA HISTORIA". Ojalá se animen a visitarla con motivo de las inminentes fiestas de San Lorenzo. ¡Bienvenidos!

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