Alguien al parecer entendido en estas cuestiones me decía la otra mañana, cuando encuadraba esta imagen, que no tenía importancia, que el contenedor no suponía un estorbo, que para eso existen los semáforos y los conductores han de respetar las normas de tráfico. Y qué razón tenía este probo ciudadano. Pero ahora imaginemos un caso corriente que también se da entre los que andan al volante. Por un quítame allá esas pajas, que decían en mi pueblo, un vehículo se salta el semáforo en rojo, el otro arranca como una bala y, al salir de la calle Valencia hacia María Auxiliadora, el estorbo, que es eso, un estorbo por mucho que el buen hombre le reste importancia, le impide ver al cuatro ruedas que baja. El resultado será siempre el previsible, el encontronazo y las carrocerías abolladas en el mejor de los casos. Lo venimos diciendo desde hace tiempo, ni buscando los lugares más inapropiados se colocan peor los contendores en nuestras calles.