OPINIóN
Actualizado 04/08/2014
Marta Maruenda

¿Quién no ha tenido a lo largo de su vida escolar, un profesor que se llevara la palma en frases mítico-espontáneas? Seguro que todos vosotros estaréis pensando en alguno con nombre y apellidos.

Solo te das cuenta del valor de esas palabras con el paso de los años, pues la efervescente adolescencia no te deja ver más allá. Las apuntas en tu agenda juvenil, en un hueco vacío que encuentras a duras penas y hasta te permites la licencia de reír y decir? ¡qué frases tiene este tío!

En mi caso fue un profesor que impartía Historia en Bachillerato. Entre tantos siglos, batallas, reinados y guerras, él dijo una frase de lo más simple, pero me quedó grabada para siempre por el sentimiento con el que la pronunció.

"Nunca una guerra se gana, siempre una guerra se pierde"- dijo Ramón Jaime.

No recuerdo de qué guerra hablaba pero no importa. La guerra no es un partido de fútbol con dos equipos, no tiene un marcador aunque deja marcas, no entiende de tiempo, se sabe cuándo empieza pero no cuándo acaba.

Una guerra resta. Resta vidas, ilusiones, familias completas, posibilidades de futuro y sonrisas.

No hay vencedores ni vencidos, ni posible celebración ante la supuesta victoria. No hay nadie que salga ganando de una guerra, no existe balance positivo, no hay beneficios. La vida no tiene precio ni está en rebajas.

Nunca olvidaré sus palabras. Espero que él siga repitiéndoselas a sus alumnos cada año, cuando aparezcan en los libros de texto, miles de guerras nunca ganadas.

Feliz semana para ti, que estás vivo.

¡a quererse mucho!

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