OPINIóN
Actualizado 03/08/2014
Paco Blanco Prieto

El torrente de esperanzada bergogliomanía quedará estancado en el remanso de la historia, como un esfuerzo baldío por hacer realidad sus palabras en una sociedad moralmente devaluada.

Hay muchos creyentes y descreídos compartiendo los valores evangélicos predicados por el Dios de los cristianos, como el amor, la solidaridad, el compromiso y la vocación de servicio, que miran esperanzados al papa Francisco confiando que sus palabras muevan los corazones de quienes se dan golpes de pecho con una mano y con la otra esquilman a sus vecinos.

Si las palabras del reverendo Jorge Mario penetran en los palacios gubernamentales, Consejos de Administración, sedes financieras, paraísos fiscales y escaños parlamentarios, se harán realidad las palabras recogidas por San Lucas (17, 21) porque entonces el reino de Dios habitará entre nosotros, los paraísos fiscales se convertirán en terrenales y la obra de Tolstoi pasará de las musas al teatro social.

Pero temo que la realidad seguirá con orejeras su camino de dolor, empeñada en hacer imposible el milagro de la concordia y la paz, como ha demostrado la historia arrinconando encíclicas, discursos y recomendaciones papales que merecieron ser tenidas en cuenta, porque el Todopoderoso Dios de los cristianos se niega a operar timpanoplastias para evitar la sordera de los poderosos a los mensajes de sus vicarios, ni inyectará dosis de valentidina en la resignación de los oprimidos para que expulsen a los profanadores mercaderes del templo social que han usurpado.

El torrente de esperanzada bergogliomanía que se está despertando entre fieles creyentes evangélicos y comprometidos incrédulos, con la liberación de pobres y desfavorecidos, fruto de la tormenta verbal que está desatando el papa Francisco, quedará en agua de borrajas estancada en el remanso de la historia, como un esfuerzo baldío por hacer realidad sus palabras en una sociedad moralmente devaluada.

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