Leo el día 26 en un periódico local un comentario contrario a las rotondas o glorietas, desde luego más que respetable, pero que no comparto. Es cierto que desde el cambio normativo que da la prioridad a los vehículos que circulan por el interior de la rotonda, se han convertido en la solución mágica para resolver las intersecciones. Esto ha dado pie a una proliferación seguramente desmedida.
Desde luego la mejor solución está en la educación, el respeto a las normas de tráfico y a los demás, pero es indudable que tienen ventajas. En términos generales reducen de forma considerable la accidentalidad frente a otras soluciones, e incluso su capacidad de paso de vehículos llega a ser superior a la de soluciones semaforizadas. Y se deben utilizar para calmar el tráfico, claro que dependerá de su diseño, en especial combinado con la velocidad máxima urbana en 30 km/h. Agilizar el tráfico no es lo mismo que correr, cosa que seguramente más lamentan los opositores a las rotondas.
Por supuesto tienen inconvenientes, aunque no los que mencionaba el artículo que leí. En realidad pueden ser muy problemáticas para la mayoría, que son peatones (en especial para los más vulnerables), ciclistas e incluso para el transporte público. Pero, quiero insistir, el diseño de las rotondas y sus accesos es la clave para su utilidad, sobre todo en espacios urbanos. También ayudan a embellecer esos espacios, desde la humilde oliva en la Gran Vía junto al puente de los Dominicos, a la fuente de la Puerta de Zamora o el Toro junto a la Plaza de Toros.
Si observamos las rotondas salmantinas, hay demasiados diseños más adaptados a la carretera que a una plaza pública. Quizás el paradigma sea la sobredimensionada Glorieta de Castilla y León, o las del eje Paseo del Progreso-Vía Helmántica (incomprensible por sus exageradas dimensiones en beneficio del tráfico motorizado y los problemas de permeabilidad peatonal). Aprovecho para llamar la atención sobre el peligro en la Glorieta de Vettones y Vacceos, para quienes proceden del Puente Enrique Esteban al juntarse con el tráfico de la Vía Helmántica, en especial para el autobús urbano. Es habitual que los que siguen por el Paseo del Progreso se crucen por la izquierda y delante del vehículo, a veces a escaso centímetros. Esto deriva del mal diseño del acceso a la rotonda en ese punto. Nunca he visto una actuación policial para disuadir de esta práctica.
Un mal presente en muchas rotondas es la obsesión por poner tres carriles en su interior, cuando la experiencia demuestra que su funcionamiento más correcto es con dos. Salvo raras excepciones suelen funcionar mal. Además la costumbre dicta que los pasos de peatones se coloquen lejos de los caminos naturales y, por supuesto, la bici ni existe.
Y con los tres carriles llego a la futura glorieta en el cruce de Torres Villarroel con la avenida de Portugal, que reclamo desde hace años. Creo que es mejor solución que la actual. Desde luego es innegable que dignificará el espacio urbano, aunque de los diseñadores municipales no espere mucha brillantez (¿quizás alguna estatua -aunque ya basta de santos- de las que habló Lanzarote en algún momento y nunca más se supo?). Esta rotonda tendrá dos defectos. Uno tres carriles interiores, que se justifican con un carril innecesario para el transporte público al acceder por el este (avenida de Portugal), que generara especialmente problemas cuando el autobús de la línea 7 la recorra casi por completo para buscar Torres Villarroel en sentido norte. El otro para los peatones, no se mejora el paso junto a Obras Públicas, en especial por su mala visibilidad actual para los coches que acceden a Álvaro Gil y la estrechez de la acera en ese lado, sería deseable acercarlo más a la calle Valencia y ensanchar esa acera.
NOTA: Recomiendo la lectura del libro "Calmar el tráfico" editado por el Ministerio de Fomento, para pensar la movilida en clave ciudad.