OPINIóN
Actualizado 01/08/2014
Natividad Cabezas García

Cada vez son más las personas que se van a vivir a chalets aislados y lejos de la ciudad por no aguantar a sus vecinos.

Vivir en comunidad no es fácil, como tampoco lo es trabajar en equipo, convivir en el colegio con compañeros y profesores, pero ¿qué está ocurriendo?

La convivencia genera estrés, se está perdiendo el respeto a los demás, todos reivindicamos nuestros derechos con el convencimiento de que lo nuestro es lo verdadero y lo que hacen, dicen o piensan los demás es erróneo.

Aún queda en mi memoria las noches de verano en mi pueblo, donde los vecinos nos reuníamos entorno a una plaza para apagar el calor y donde los niños jugaban gritaban y se desfogaban. No se veía tanto la televisión ni por supuesto había redes sociales, pero sí conversaciones agradables que generaban lazos de convivencia y respeto.

Hoy puedo constatar ese cariño en los funerales, a los que acuden casi todos los vecinos del pueblo y donde la solidaridad se mantiene.

Son muy pocas las comunidades de vecinos que no tienen problemas, en casi todas se protesta por el vecino que pone la música alta, los niños que gritan y corren por el pasillo, los que mueven y arrastran los muebles, los perros que ladran y si hay zonas comunes los problemas se elevan y las discusiones y enfrentamientos entre vecinos se hacen insoportables.

Algunos vecinos optan por las denuncias que se dilatan en los juzgados y casi nunca se resuelven favorablemente, otros optan por mudarse a zonas más tranquilas.

Yo invito a reflexionar sobre qué está pasando y si este fenómeno no será una falta de valores sociales que entre todos tenemos que recuperar, sobre todo la tolerancia y el respeto por los demás.

 

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