OPINIóN
Actualizado 30/07/2014
Fernando Segovia

Uno de los "paraísos" que conozco se encuentra en la salida sur de Almendralejo. Es un establecimiento hostelero con ese nombre, no muy espacioso, muy bien cuidado (a pesar de los años que ya tiene encima), y lleno de vegetación, donde se come aceptablemente bien y no caro. Está situado al pie mismo de la carretera nacional, camino de Sevilla, y justo al final de un feo polígono industrial. Allí paro desde hace bastantes años cuando voy o vengo del sur. Sí que es un pequeño paraíso verde y gastronómico (o siempre me lo pareció en la mitad del páramo extremeño). El morbo se acentúa desde que se supo públicamente que allí mismo, nuestra reina doña Leticia, había celebrado el banquete de sus primeras nupcias extremeñas. (Son cosas de estos tiempos modernos en que las reinas también tienen pasado imperfecto y plebeyo). Mis paradas viajeras se remontan a mucho antes de que ese hecho notorio fuese conocido (vamos, que no suelo seguir la moda en asuntos de esos, quede bien claro). En el viaje que acabo de hacer este año también me detuve a la ida y a la vuelta.


   En el sur he visto alemanes por todos lados. Pero por todos lados. Nunca había visto tantos por las playas y los pueblos blancos. También algunos rusos, pero aunque va en ascendente su número no son tan abundantes, ni mucho menos. Todo aquel entorno con el mar al fondo también resulta un paraíso para los teutones. Se ve que lo disfrutan como quieren y  pueden. Viven en hoteles de cierto lujo hechos a su medida. Los llenan. Suelen ser bastante educados pero muy diferentes del resto de turistas,  y nada digamos del espécimen local. Se suelen arreglar impecablemente por las noches, cuando van a cenar y tomar la copa, y en las playas lucen sus alturas y cuerpos tan cuidados. Parecen sacados de buena propaganda. Se les nota.


   Cuando he visto todo eso, esa invasión pacífica, esos macro hoteles delante de limpias playas casi privadas (como guetos de súper lujo), pienso lo bien organizado de su política económica (de su política preferida, A. Merkel) para atornillar y ahogar tanto las economías del sur en beneficio siempre de los intereses de ocio (y de negocio) en el descanso tan bien planificado, tan feliz, de sus compatriotas perdidos por estos paraísos nuestros. Paraísos que, en el fondo, ya son más suyos que nuestros. No deberemos de olvidar eso.

 

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