Ahora sí que va a sacar pecho el consejero de Sanidad de la Junta de Castilla y León, Antonio María Sáez, tras los últimos datos publicados en el estudio "Patrones de mortalidad en España, 2011". Cierto es que, seguramente, las cosas después de tres años hayan cambiado, pero no es menos que, según ese informe, nuestra comunidad autónoma ha logrado situarse un 9 por ciento por debajo de la media de España en mortalidad ajustada por edad, con 439,5 fallecimientos por cada 100.000 habitantes, frente a los 481,4 por cada 100.000 del conjunto nacional.
Estas referencias, que hacen que Castilla y León sea la región con la tercera menor (y por tanto, mejor) tasa de mortalidad ajustada, sólo por detrás de Madrid y Navarra, se deben, según el informe del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a un estilo de vida saludable, al medio ambiente, a factores biológicos y al sistema de asistencia sanitaria.
Y ahí es donde el señor Sáez debe estar que no entra en sí. Pensará que, por fin, su departamento está haciendo algo bien ¡por qué mira que le caen un día sí y al otro también! en el conjunto de la región, pero últimamente más en Salamanca. Que si las obras del hospital, que si la reestructuración del personal, que si el cierre de camas, que si?, pero nada él erre que erre.
Tablas no le faltan y espaldas anchas tampoco y, seguramente por ello, el consejero suele dar la cara porque con números se va a casi todas partes aunque en el caso de la sanidad son palabras mayores.
Las listas de espera siguen siendo abultadas, la reposición de médicos escasa, pero los profesionales de Castilla y León, y en especial los de Salamanca, siguen estando al pie del cañón y haciendo que la asistencia sanitaria sea una de las mejores a pesar de las demoras y de los recortes. A cada uno lo que es suyo o, por lo menos, lo que le corresponde.